Mis ojos se humedecieron y las lágrimas brotaron de ellos. Alexander se alarmó de inmediato y corrió detrás de mí agarrándome del brazo con fuerza.
—Lucia, espera un minuto, ¡déjame explicarte!
Su corazón latía a mil al igual que el mío, la palma de su mano sobre mi brazo me molestaba, no podía creer que lo hubiera vuelto a hacer.
—No.
—¡Mierda! Déjame explicarte lo que pasó.
Por un momento pensé en dejar que lo hiciera hasta que vi a Alicia asomarse por la puerta de su habitación con cara de no romper un solo plato.
—¿Qué quieres que escuche? —Le pregunté entre gritos y llantos —¿Escuchar cómo te la follaste de nuevo?
—Yo no…
—Suéltame Alexander, solo vine a decirte que los ejecutivos quieren tener una reunión ahora, pero estás más que ocupado. Ponte de acuerdo con ellos y deja que esa perra te ayude con tu trabajo.
Alicia bajó la mirada y se puso roja, estaba enfadada y no me importaba. No sabía cómo podía siquiera pensar en perdonarla y volver a ser amigas.
La mano de Ale