Capítulo 16.
—No. Definitivamente no.
La voz autoritaria de Max fue cortante y parecía no permitir una contradicción, eso nos alteró a mí y a Amanda. Estábamos fuera de la fiesta, contra el barandal del barco que navegaba pacíficamente y me demostraba lo tenebroso que podía verse el agua a oscuras en plena noche. Traté de no mirar a mi alrededor y centrar mi rostro en el refunfuñón de mi sugar daddy.
—¿Quieres ese maldito negocio o no? —le espeté, insistente.
—¡Sí, pero no exponiéndote ante pervertidos millonarios! —exclamó, furioso —. Discúlpame por lo que voy a decir, Ada, pero tu hermano Príapo es un imbécil —volvió a darle otra calada al cigarrillo, mientras se movía nerv