༅➹⁂ Brook ⁀➷♞
—Buenos días, mamá —saludo al entrar a la cocina. Como siempre, está preparando el desayuno a primera hora de la mañana. Aunque llevo años viviendo en esta casa, que construí cerca de la principal para tener más privacidad, ella nunca falta a su rutina de cocinar para mí cada día. El aroma de la mantequilla derritiéndose en la sartén y el café recién hecho envuelve el espacio con una calidez familiar.
—Buenos días, hijo —me abraza y su perfume a lavanda es reconfortante, me recuerda cuando era niño—. ¿Qué tal dormiste?
—Descansé, que es lo importante —resoplo. Hace algunos años, dormir bien se convirtió en un reto.
—Creo que trabajas demasiado, Brook —se lamenta—. Deberías tomarte unas vacaciones.
—Imposible, mamá —niego con la cabeza—. Tengo reuniones importantes este mes y algunas ventas de las que debo encargarme personalmente.
—Podrías dejarle más responsabilidad a Spencer —sugiere, deslizando un plato humeante frente a mí—. Es muy capaz.
Spencer es mi capataz y mi mano derecha en el rancho. Un hombre de confianza, siempre atento a los detalles que otros podrían pasar por alto.
—Sabes que me gusta estar al pendiente de todo —le recuerdo, mientras corto un trozo de pan y lo unto con mermelada.
—Lo sé —suspira resignada—. Daryl me comentó que quiere llevar al pequeño Bruno a la playa en verano. ¿Por qué no los acompañas? —propone—. Tienes tiempo para preparar todo.
Daryl ha sido mi mejor amiga desde el colegio. En high school, comenzó a salir con mi hermano gemelo, Bruno. Quedó embarazada, pero perdió al bebé. Fue un golpe duro para todos. Años después, lograron concebir de nuevo y, para celebrar la noticia, Bruno decidió hacer paracaidismo. Era intrépido, alegre, extrovertido; completamente opuesto a mí. Pero el salto no salió como debía: su paracaídas falló y...
Desde entonces, Daryl vive aquí. Los primeros años de vida de su hijo fueron difíciles. Ella estaba sumida en la depresión, así que mi madre y yo nos hicimos cargo del pequeño Bruno. Con terapia y tiempo, Daryl ha logrado salir adelante. Ahora está más presente en la vida de su hijo, quien se ha convertido en mi adoración. También retomó los negocios de mi hermano, lo que la ha ayudado a mantenerse ocupada.
—Brook —me llama mi madre, sacándome de mis pensamientos.
—¿Sí?
—¿Qué opinas de mi recomendación?
—Lo pensaré, mamá —le digo con la intención de que deje de insistir—. Siéntate, acompáñame —señalo la silla frente a mí—. ¿Cómo estás tú?
Ella da un sorbo a su café y respira hondo.
—Estoy bien —hace una pausa, pensativa—. Aunque hay días en que me despierto molesta con tu hermano. ¿Por qué hizo esa tontería de tirarse de un avión? —alza la voz con frustración.
—Sabes que a Bruno le encantaban ese tipo de deportes extremos.
—Preferiría mil veces que festejara bebiendo, bailando o de alguna otra manera —escupe con la frustración aún presente en su voz.
La muerte de mi hermano fue lo más difícil que hemos atravesado como familia. Una etapa oscura y complicada. Mi madre y yo intentábamos mantenernos fuertes, sobre todo por Daryl, cuyo embarazo era de alto riesgo.
Tomo la mano de mi madre y deposito un beso en su piel cálida.
—Te quiero, mamá.
—Y yo a ti, hijo —exhala pesadamente y se incorpora—. Voy a preparar algunas tartas de manzana para la iglesia.
—Pídele a uno de los chicos que te lleve, por favor.
—Claro, papá, eso haré —se ríe, deja un beso en mi mejilla y se va.
Termino el desayuno, recojo los platos y me dirijo al establo. Uno de los chicos ya tiene mi caballo listo, así que salgo a dar una ronda por las caballerizas.
—Buenos días —me saluda Spencer, al verme.
—Buenos días —respondo mientras ajusto las riendas—. ¿Todo en orden?
—Por supuesto —asiente—. En un par de horas llegará el caballo de la hija del alcalde. Lo compró en la ciudad y no han podido domarlo.
—Eso les pasa por comprar caballos en otro lugar, cuando aquí están los mejores —chasqueo la lengua y Spencer suelta una carcajada—. Solo por eso deberíamos cobrarle el doble —me río y él asiente con diversión.
—Brook, hay algo que me gustaría comentarte —su expresión cambia ligeramente, tornándose más seria.
—¿Qué pasa? —me enderezo sobre la montura.
—Anoche escuché mucho ruido cerca de los apartamentos de los trabajadores —se aclara la garganta, notoriamente incómodo.
—Creo que es algo normal, están cerca de un camino por el cual pasan agentes durante la madrugada —menciono sin entender su preocupación.
Los apartamentos están algo alejados de las casas, pero cerca de las caballerizas. Algunos trabajadores hacen guardia en el rancho durante las noches. Vivimos en un pueblo tranquilo, pero siempre existe la posibilidad de que alguien se quiera pasar de listo, y prefiero prevenir.
—Deberías darte una vuelta por el lugar, créeme —insiste, y puedo notarlo inquieto, lo que en él es poco común.
—Está bien, voy para allá —asiento.
Tomo el sendero y paso por los apartamentos. Los trabajadores me saludan al verme, ya todos se dirigen a sus respectivos puestos. Recorro el lugar sin notar nada fuera de lo común, pero algo en mi interior me mantiene alerta.
Cruzo el camino y reviso la zona desértica de los alrededores. A unos metros se encuentra una bodega abandonada. Si bien conocía de su existencia, parece que ha habido movimiento en el lugar.
El interior está en completo silencio. Estoy a punto de dar la vuelta para salir cuando algo llama mi atención y me bajo del caballo.
La madera cruje bajo mi bota cuando me acerco. En el suelo, oculta bajo cajas y pastura, una enorme puerta de madera yace casi imperceptible. Me inclino, pasando la mano por su superficie, y me percato de que tiene varios candados nuevos.
—¿Para qué han estado usando este lugar? —me pregunto en voz alta, endureciendo la mandíbula.
—Es un túnel —escucho a mis espaldas, cortando el silencio.
Me incorporo de inmediato, me giro alerta, y me encuentro con una mujer.
—¿Qué? —cuestiono.
Ella avanza unos pasos con sus ojos fijos en la puerta oculta.
—Pensé que usted estaba al tanto —señala.
—¿Al tanto de qué?
—Ciertos días, el túnel es utilizado —explica—. No sé para qué, pero imagino que no es nada bueno.
Observo de nuevo los candados y la forma en que la entrada está cuidadosamente disimulada bajo la pastura y las cajas. Todo en esa escena me resulta sospechoso.
—¿Y yo porqué tendría que saberlo? —inquiero, con un tono más duro de lo que pretendía.
Ella me sostiene la mirada con una expresión indescifrable.
—Este es su rancho, ¿no?
—En realidad, este lugar queda fuera de mi propiedad —cruzo los brazos sobre mi abdomen—. ¿Cómo te llamas? —pregunto, mirándola detenidamente. Nunca la había visto antes.
—Soy Soraya, la amiga de Spencer, llegué hace una semanas —se presenta y recuerdo que él me pidió trabajo para ella, al parecer tiene experiencia con caballos, es una chica imponente y se nota que es de armas tomar—. ¿Entonces pertenece al otro rancho? —señala una casa a lo lejos volviendo al tema del túnel.
—No, creo que es de la ciudad, aunque no podría asegurarlo —tuerzo la boca, inquieto ante esta situación—. ¿Alguien más sabe de esto?
—No lo creo —niega con la cabeza—. Este lugar pasa desapercibido, pero Spencer y yo nos hemos dado cuenta porque no solemos dormirnos temprano y a veces salimos a caminar.
Su tono es contenido, pero desconfiado.
—Bueno, en teoría, esto no debería afectarme —declaro, pero una sensación de incomodidad se instala en mi pecho—. Como te dije, este lugar no pertenece a mi rancho.
—Yo no estaría tan segura, señor Prescott —insiste con voz firme—. El rancho más cercano a esta bodega abandonada es el suyo, y si realmente se usa para algo ilegal, el primer investigado será usted.
Su argumento es sólido por lo que asiento levemente.
—Dile a Spencer que no lo comente con nadie más —le pido—. Me encargaré de esto.
Subo al caballo y vuelvo a la casa, barajando mis opciones. El sheriff está descartado. No confío en él y tampoco quiero poner el rancho en una situación delicada antes de saber exactamente qué ocurre.
Tomo el teléfono y marco el número de Nathan Blake, un detective que conozco del FBI que estoy seguro podrá orientarme.
—Blake —responde.
—¿Qué tal, Nathan? —saludo—. Habla Brook Prescott.
—Brook, ¿cómo estás? ¿Tienes algo para mí?
—Eh… sí, pero no es un caballo precisamente —resoplo, la tensión es un hilo bajo mi voz.
—¿Qué pasa?
—Acabo de descubrir lo que parece ser un túnel cerca de mis tierras —informo—. No tengo idea de para qué se usa, pero estando cerca de la frontera, dudo mucho que sea para algo bueno.
El silencio de Nathan se extiende un par de segundos más de lo habitual.
—¿Sabes si lo están utilizando? —indaga finalmente con un tono más profesional.
—Uno de mis trabajadores ha escuchado movimientos, pero no sé nada más. Obviamente, no quiero que esto afecte mi rancho.
—Entiendo —asegura—. ¿Puedes confiar en el sheriff del pueblo?
—No lo sé. No tiene una buena reputación.
—Déjame consultarlo con algunos expertos y te regreso la llamada.
—Perfecto, gracias, Nathan.
—Hiciste bien en avisarme —afirma, y no es simple cortesía. La gravedad en su tono me confirma que esto es más serio de lo que quiero admitir—. Esto puede ser una gran investigación si se maneja correctamente. Por favor, mantenlo con la mayor discreción posible.
—Por supuesto.
—Te llamo después.
Corto la llamada, pero la inquietud sigue ahí, clavada en mi estómago.
¿Quién podría estar relacionado con el túnel? ¿Será alguien que trabaja en mi rancho?
No puedo detenerme demasiado en esto. Ya debe estar por llegar el caballo de la hija del alcalde. Regreso a las caballerizas, donde me reúno con Spencer.
—¿Encontraste algo? —indaga.
—Sí.
—¿Y?
—Me encargaré de eso —lo tranquilizo, sin entrar en detalles—. Por cierto, conocí a tu novia, Soraya.
—No es mi novia —resopla—. Por más que he insistido.
—Es muy guapa, pero se ve una chica de armas tomar —levanto una ceja en modo de advertencia.
—Lo es —bufa—. Por eso no me hace caso.
En ese momento, una camioneta se detiene y la hija del alcalde baja con aire presumido, siempre mirando a todos por debajo de su hombro.
—Hola, Brook.
—Reychell —saludo, manteniendo la expresión neutra.
No puedo negar que es una chica muy atractiva, pero su actitud no me agrada en absoluto.
—Espero que puedas hacer algo con mi caballo. Nunca imaginé que sería tan difícil de domar, ni siquiera mi capataz lo ha logrado —hace un puchero frunciendo los labios.
Bajan el caballo y me tomo un momento para admirarlo. Es un ejemplar magnífico, negro con algunas manchas blancas. Está inquieto y su respiración tiene un ritmo agitado.
Me acerco y poso mi mano sobre su cara, para transmitirle mi calma y su inquietud se va apagando poco a poco.
Me toma un par de minutos montarlo, pero al hacerlo confirmo lo que ya sospechaba: es un caballo increíble, solo necesita trabajo y que aprenda a confiar. Me bajo y camino hacia Reychell.
—Recomiendo que lo dejes unos días para que pueda estar listo para ti.
—Sabía que lo lograrías —sus labios se curvan en una sonrisa confiada—. ¿Puedo venir a verlo durante los días que esté aquí?
—Claro.
—Gracias, Brook, nos estamos viendo —se despide y regresa a su camioneta.
Apenas desaparece de mi vista cuando escucho la voz divertida de Spencer detrás de mí.
—Ella solo quiere venir a verte a ti, no al caballo.
—Entonces nos daremos prisa para que esté listo —pongo los ojos en blanco y Spencer suelta una carcajada.
—Te hace falta enamorarte, sobre todo para quitarte ese mal genio que cargas siempre.
—Dudo mucho que esa sea la solución —lo miro haciendo mala cara—. Y mejor ponte a trabajar, que no necesito consejos amorosos del tipo más mujeriego de Texas —lo regaño y sus carcajadas son aún más fuertes.
Ya que se calma, vuelve a sus deberes y yo continúo con mi trabajo.