Karen estaba despierta aún cuándo entró Gordon.
— Hola querida, ¿Cómo te sientes? ¿Me extrañaste?— dijo con voz irónica.
— ¡Eres un desgraciado Gordon! ¿Cómo crees que me siento? ¡Si me tienes hacinada entre estás cuatro paredes!— le gritó ella .
— ¡Ay estás enojada!— siguió Gordon irónico.
— ¡Redomado idiota!— exclamó ella.
Él continuó con las ironías y dijo:
— Te tengo dos noticias querida Karen, una mala y la otra buena, ¿Cuál deseas escuchar?
Ella se alzó de hombros restándole importancia a lo que el hombre decía.
— Me da igual, viniendo de tu boca — contestó ella con indiferencia.
— Deberías interesarte — dijo el— de todas maneras te diré; tu padre va a pagar la cantidad que le requerí, pero nunca volverá a saber de tí, porque les haré creer que tú estás muerta y enterrada.
— ¿Qué piensas lograr con retenerme oculta?— se atrevió a preguntar Karen.
— Que tu empresa se venderá al mejor postor y allí estaré yo para adquirir todas tus acciones y apropiarme de todo lo tuyo— dijo él l