Leonard Reed se frotaba las manos, nervioso. Estaba impecable, muy elegante y pulcro. Deanna lo observaba de reojo y se le dibujaban sonrisas al verle las expresiones.
- ¿Estás nervioso? –
- No… -
- Mentiroso –
- Bueno… un poco tal vez –
- Estás muy guapo –
- ¿Verdad? –
Nunca fallaba apelarle al ego. Se observó una vez más en el espejo dándose retoques, acomodándose el saco y la flor de su ojal. Se le hacía larga la espera, pero entre los nervios también se le asomaba algo extraño: un sentido de realización.
Su camino fue tortuoso, comenzando con esa infancia infeliz, siguiendo con la separación de un amor y continuando con 25 años de un matrimonio desastroso. Y ahora estaba a minutos de concretar un sueño; así se había sentido cuando la vio subir los primeros escalones en el Ambassador para su audición con Feni.
Era otro hombre, uno renacido del medio del dolor. Y la artífice de ese renacimiento estaba preciosa parada junto a él, tratando de calmarlo y darle aliento. Hoy su familia s