- ¿Dónde la dejaste? – Le preguntó Daniel
- ¿Qué cosa? –
- La vergüenza… -
- Ah, si… La perdí por ahí cuando Susan me dijo que se llevaría los niños porque se lo pediste… ¿Cuándo lo encontraste? –
- ¿Qué cosa? –
- El descaro –
- El día que te conocí… -
Daniel se apoyó en el escritorio, con unas ganas de tocarla que lo quemaban. Pero ya que ella había tomado el primer paso, quería saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar.
- Elegiste a propósito el vestido – Dijo Deanna.
- Sí, para poder verte… -
Deanna se volteó y volvió a mirarlo por encima del hombro. Su rostro tenía una expresión que nunca había visto.
- ¿Así? –
- Si, así… -
- Siempre rodeado de mujeres… Que descarado, eres un hombre casado – Volvió a mirarlo de frente.
- Y tú cercada por esos tipos que se roban mi tiempo contigo… -
Daniel se incorporó y caminó hasta el sillón detrás del escritorio. Si no ponía un poco de distancia iba a reaccionar como un animal. Se sentó.
- Ah, pero eres mi caballero favorito… -