Una desgracia llamada tú
Una desgracia llamada tú
Por: Bren Alice
¿Qué hice para merecerte?

La tarde estaba nublada, el olor a petricor (tierra mojada) invadía el ambiente. El centro de la ciudad se veía extrañamente solitario.

En la entrada de un gran e imponente edificio, se veía a dos hombres entrar bastante cercanos. Ambos se sonreían ampliamente, destacando uno que veía al más bajo con cierta ternura.

Liliana, bastante demacrada, con el cabello ondeando en el viento y como si viera la escena de un drama absurdo, desvió la mirada con cierta amargura. Suspiró profundamente y apretó las hojas que llevaba en las manos.

Respiró profundamente y, un poco más tranquila y decidida, entró por la misma puerta por la que había pasado anteriormente la pareja.

Las recepcionistas la miraron con cierto ridículo, pero aún seguía siendo la esposa del jefe y la nuera mas valorada por su suegra de la historia. Por lo que debían de mostrarle por lo menos cortesía.

Liliana ignorando las miradas, entró con determinación. Inhaló profundamente y abrió la puerta de la oficina. Ahí, como ya esperaba, su esposo, se encontraba jugueteando con su amante.

Que por cierto, sí, era un hombre.

La sonrisa pícara que había estado mostrando unos segundos antes, se convirtió en tiempo récord en una de fastidio y repulsión. Frunció el ceño y, el "apenado" joven a su lado, bajó la mirada pareciendo intimidado.

Héctor, suspiró con cierta pena, y lo detuvo antes de que se alejara de él, lo abrazó en donde estaba y recargados en el escritorio la miraron con distintas expresiones.

Liliana sonrió, y arrojó los papeles haciendo que se esparcieran por todo el lugar.

Héctor, completamente furioso y sabiendo que qué se trataba, se acercó a ella por fin, con los dientes apretados y rechinándolos fuertemente.

Al fin, Liliana tragó un poco intimidada, pero su rostro permaneció sin cambios.

El joven que hacía unos segundos también era dócil y tímido en los brazos de Héctor, le dirigió una mirada venenosa llena de rencor.

«Maldita bruja»

Liliana casi podía escuchar lo que pensaba, y dirigió de nueva cuenta la mirada a quien le interesaba, pero antes de poder poner un frente firme, una fuerte bofetada, la hizo girar la cabeza con fuerza.

Ella estaba aturdida, pero mientras sostenía su mejilla dolorida miró al hombre consternada. Jamás, en esos tres horrendos años de matrimonio, por más fuertes que fueran las discusiones, la había tocado.

Pero debía soportar un poco más, diez años no eran nada, comparado con los estudios de sus hermanos y la empresa de su familia, su padre estaba muy recuperado y se veía bastante feliz por su matrimonio. De no ser por la peste en el escritorio, incluso tal vez, ya tendría un pequeño a su lado también.

Se recompuso y miró firmemente a Héctor, éste se veía tan furioso y ofendido que casi parecía tener poder en la atmosfera que, era capaz de hacerla tan pesada y asfixiante.

– Será mejor que tengas algo muy claro, jamás, en esta vida. Voy a reconocerte y mucho menos a tocarte.  Deberías ser lo suficientemente lista como para tomar lo que te estoy dando y largarte de una vez por todas.

Liliana, mordió el interior de sus labios, pero no respondió lo que Héctor hubiera querido escuchar.

– Primero muerta, que ser abandonada por un maldito homosexual.

PAS!

Otra bofetada, aún más fuerte que la anterior casi la deja sin conciencia, pero logró soportarlo con todas sus fuerzas. Lo miró retadora y sonrió nuevamente, el sabor a hierro invadió su boca en un instante.

– ¿Qué sucederá en este momento, si voy a la comisaría a denunciarte por abuso domestico?

Ambos se quedaron sin palabras, más, el chico que veía casi extasiado la función.  Abrió mucho los ojos y en el momento se acercó a Héctor tomándolo de la mano.

– Deberías dejarla, ella tiene razón. Yo simplemente...

– No lo digas, ¿Qué puede saber una mujer sin un gramo de dignidad de eso?  Tú no has hecho nada malo, simplemente déjame arreglar esto y podremos estar juntos sin problemas.

La mirada y sonrisa gentil, que le era dirigida, Liliana simplemente podía soñar con ella. Ya habían sucedido tantas cosas, que su desgarrado y triste corazón, se había vuelto inmune.

Al ver la indiferencia en su rostro, Ethan la miró algo aburrido, se separó de Héctor y antes de poder acercarse a la puerta, fue jalado de nuevo hacia atrás, Héctor lo besó con gran intensidad como si quisiera comérselo en ese instante.

Liliana, aún en ese desecho corazón, sintió un leve pinchazo agrio.  Cualquiera se hubiera ido en el momento, pero ella no quería dar un solo paso de ventaja a ninguno de los dos.

Permaneció lo más indiferente posible en el lugar, y, ante esa molesta mirada, cualquier “inspiración” dejó el cuerpo de Héctor. Molesto la miró como si le pregunta qué quería, pero la respuesta fue obvia cuando sacó su teléfono y se lo mostro.

Su madre estaba llamando.

Ambos se molestaron de distintas maneras, Héctor, por su incomprensiva madre e Ethan, por tener que lidiar con el par de brujas que lo separaban de su gran sueño.

«Si ambas no existieran, no pasaría tantas humillaciones por un hombre tan patético»

Suspiró profundamente conteniendo su enojo y, sonrió amablemente. Héctor tomo el teléfono y, respondió. Ethan estaba por hablar para molestar a la bruja mayor,  no obstante... Antes de que pudiera dar un paso para hacer su papel, la voz de la mujer lo dejó rígido en donde estaba.

– Será mejor que salgas con tu esposa y no con esa imitación de prostituta.

Héctor apretó el teléfono en su mano, y miró al hombre a su lado. Ethan estaba completamente anonadado. Tan "afectado" se veía, que las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos y eso le partió el corazón.

– No iré, ven por tu sirvienta y llévatela.

Esas palabras dejaron atónitos a todos, incluyendo a la mujer del otro lado de la línea. Bárbara, apretó el agarre en su teléfono también, y con una sonrisa burlona habló a su hijo.

– Ese mocoso estúpido, ¿No pensó en que yo como tu madre y presidenta oficial de la empresa no me enteraría?

– No es estúpido...

– ¡Sí lo es! ¡Y tú eres un completo estúpido con él! De no ser por ella...

– ¡Señora! ¡Bajaré inmediatamente! Héctor simplemente está muy ocupado hoy como para salir.

La mujer al otro lado suspiró con hartazgo y simplemente colgó.

Héctor tomo la mano de Ethan y lo arrastro a la puerta.

– E... Espera, ¿Qué vas a hacer?

– Ya estoy harto, dejaré esta empresa, si no podemos casarnos, simplemente viviremos como mejor nos plazca....

Ethan al ver que, Héctor hablaba enserio retorció su mano en el agarre de éste y se soltó.

– ¡Ya basta! ¿Quieres que viva una vida miserable escondido como una rata? Esa m*****a bruja a pesar de ser una mosca asquerosa tiene el estatus y poder que yo no. Después de todos estos años ¿Ni siquiera eso merezco?

Héctor lo miro sorprendido, y por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Liliana.

«Esa es tu verdadera naturaleza»

***********

Varios meses después....

Liliana había ido a la oficina de su esposo para llevarle la cena.

Aunque sabía que como siempre lo más probable era que terminara en el suelo, el bote de basura o en su cara, no importaba.

Solo como una muñeca siguiendo instrucciones, llevó una sopa caliente al piso más alto del edificio.

Estaba por entrar, sin embargo, los gritos familiares de adentro la hicieron esperar rígidamente a que terminaran.

—¡Yo quiero estar a tu lado! Quiero salir con la frente en alto, no me importa que la gente me juzgue, señale o critique.

¡Pero ella siempre lo arruina! Esa m*****a perra, ¡Su mera existencia es una desgracia para todos! ¡¿Por qué demonios no se muere?!

Liliana tragó y sin poder soportar más, por primera vez, se alejó en silencio y regresó a casa.

Esa misma noche:

«Esposa del vice-presidente de química Barner, muere en un trágico accidente de auto»

Todo a su alrededor era completamente negro. Sus manos y pies, no se podían sentir con claridad.

Se sentía hundida en un frío y profundo abismo. Su pecho y todo su ser dolía inconteniblemente, su garganta estaba completamente obstruida y no podía emitir un sonido.

Trató y lucho desesperadamente por moverse, pero no podía hacerlo, no sentía ninguna extremidad en absoluto y la desesperación y el terror solo aumentaban.

Ella que no podía sentir nada más que dolor, se imaginaba gritando y llorando desgarradoramente.  Se sentía tan sola, despreciada, desahuciada y completamente perdida.

Sin embargo…

No importaba cuanto lo intentara o tratara de hacer ruido o algún movimiento, parecía ni siquiera ser notable.

La obscuridad la ahogaba y la fría realidad de su soledad la acuchilló aún con más fuerza.

Tenía un marido, fuerte dominante y difícil de intimidar. Pero...

Al mismo tiempo, no tenía absolutamente nada…

En algunas ocasiones imaginaba lo dulce y protector que podría ser, un abrazo o un simple beso en la mejilla.

Pero hasta el momento de su muerte, nunca llegó.

Su padre estaba en una fase terminal de su enfermedad, tal era su sufrimiento, que nunca tuvo el valor de revelar la verdad sobre su horrendo matrimonio.

Soportó, toleró… y murió.

Completamente sola, a manos del amante de su esposo.

Con el paso de los años, ella, que aunque de una manera ridícula siempre tuvo una esperanza de que alguien, quién fuera, pudiera sacarla del abismo.

Le ayudara a respirar con libertad por lo menos una vez. O solo le diera un comprensivo abrazo, solo uno...

Pero al final…

Su muerte le trajo felicidad únicamente, a las personas que más odiaba en el mundo.

¿De que había servido tanto? El sacrificio, la tolerancia, guardar apariencias.

¿A quién ayudaba?

Sus desgarradores gritos comenzaron a escucharse poco a poco en la obscuridad.

Sintió lentamente, como las marcas de desesperación de sus uñas en su cuerpo comenzaban a sentirse.

Ese ardor, dolor y ensordecedor malestar, la invadía de pies a cabeza.

Se abrazó con una gran sensación de asfixia, pero por fin pudo sentir algo, cosa que le dio un agrio alivio.

—Si tuviera la oportunidad… sólo una…

Sus susurros que salieron de una garganta básicamente desgarrada, la envolvieron como si fuera una desesperanzada súplica por ser escuchada.

No había nada ni nadie…

Sólo se encogió en silencio.

Ya no importaba lo que pasara, cuanto llorara o suplicaría.

Ya no servían de nada los arrepentimientos….

Al final, solamente sonrió mientras seguía llorando.

—Que patético.

Mientras se burlaba de sus deseos estúpidos, una extraña y curiosamente apacible voz, se escuchó en la nada.

«Esta vez... solo cámbialo todo...»

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