Tercer libro: Capítulo 8.

CAPÍTULO 8: SATISFACCIÓN.

La satisfacción que Leonardo había sentido al recibir la noticia de que Liam se encontraba hospitalizado, era una que no podía compararse de ninguna manera; había salido con rapidez hacia la casa de Emma, porque quería ser él que viera de manera directa como la mujer se sumergía en pánico cuando recibiera aquella noticia.

Sus uñas cortas colisionaban con el volante de manera lenta, en espera de que Emma saliera de la casa, convertida en una bola de miedo y perplejidad.

Una sonrisa cargada de placer se marcó en su rostro cuando aquello sucedió.

La puerta de la casa de Emma fue abierta con tanta hosquedad, que incluso desde la distancia que los separaba, él fue capaz de escuchar el impacto que aquello había provocado.

Temblores se vieron en sus piernas, llanto se vio en su rostro.

Él apretó su sonrisa, mordiendo sus labios.

—Llora, llora —susurró, meneando sus piernas de manera lenta.

La mujer tenía entre sus manos un teléfono, lo marcó, llamando a alguien.

Leo
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