3° Un trato con muchas ventajas

No puedo creer la suerte que tengo, cuando salí de esa molesta y aburrida fiesta hipócrita, solo pensaba en llegar a casa. Estaba molesto porque, precisamente, Martin Phells había hecho una nueva jugada hace pocas semanas, intentando copiar uno de nuestros prototipos, lo que había hecho que todo se revolucionara mientras buscaba la fuga. Fue una suerte que consiguiera encontrarla y suprimirla, pero aun así, el problema seguía estando al acecho. Necesitábamos personal, estábamos en busca de empleados que precisábamos con relativa urgencia, yo mismo requería de una secretaria porque Marisa, la que había estado conmigo desde que empecé, había decido simplemente ser una ama de casa tranquila luego de tener a su bebé, y no estaba seguro de en quién podía o no confiar.

¿Cómo asegurar que no era un enviado de ese desgraciado?

Daniela llegó a mí como caída del cielo, y no pensaba desperdiciar la oportunidad. Puede que ya no fuera a utilizarla como un punto de presión como era mi plan original, debí suponer que ese bastardo no tendría corazón y que ella no serviría como moneda de cambio. Aunque tampoco es que la idea me gustara demasiado, no soy un matón o un maldito como él, solo intentaba devolverle uno de sus golpes, sin embargo, sí que iba a serme de utilidad de otra manera mucho más efectiva. Ahora, todo lo que necesito es que ella acepte.

Los golpes y heridas en su cuerpo me hicieron hervir la sangre en cuanto los vi, por lo que entiendo su deseo de venganza. Creo que yo estaría igual en su posición, algo así elimina el amor por completo, lo que estoy seguro de que hará que ella acepte esto. Es un ganar-ganar.

Su bonita mirada gris vuelve a unirse a la mía, y aunque está cubierta de vendas y con algunos morados en su piel, su belleza es innegable. Puede que esto suene machista, pero si hubiera tenido la oportunidad de comprarla, lo habría hecho sin dudar, sería un desperdicio que ese rostro de ninfa y ese cuerpo sinuoso se desperdiciaran.

Sus rojos labios se separan, y el deleite de su voz se mezcla con el de su respuesta, causando que sonría de lado de satisfacción sin poder evitarlo.

-Acepto.

-Excelente, no te vas a arrepentir.

-Mientras ellos queden destruidos, me daré por satisfecha.

-Somos dos. Ahora, no voy a alargar mucho esto, solo voy a darte un pantallazo de mi idea, porque solo es eso por el momento y se me acaba de ocurrir ahora, por lo que tengo que ultimar detalles en tato tú descansas y te mejoras, mas básicamente, esto será así. Basándome en lo que me dijiste que te hizo, deduzco que no quieres que te encuentren, ¿no es así?

-No, en absoluto. Estoy segura de que, si lo hacen, intentarán devolverme con ese maldito.

-Pues en ese caso, una vez que estés lo suficientemente recuperada, lo que llevará quizás unas dos o tres semanas debido a que tus heridas no son tan graves, te haremos un cambio de imagen por completo. Nuevo corte y color en tu cabello, lentillas de color para tus iris, quizás también alguna marca que pueda acomodarse en tu rostro…

-¿Y luego qué?

-También te daremos nuevo nombre y papeles y te contrataré como mi secretaria personal. Trabajaremos juntos codo a codo: mientras atiendes los deberes normales del puesto, tú y yo planearemos la destrucción de tu familia y su empresa.

-¿Y qué pasará cuando lo consigamos? ¿Qué pasará conmigo cuando todo termine?

-Tú decidirás, te ayudaré a que cumplas con el destino que quieras.

-Suena demasiado perfecto para ser real… Pero si con eso obtengo mi venganza, entonces trato hecho.

-Excelente, ahora descansa, necesitas recuperarte para que podamos empezar.

Cuando estoy por irme, su mano toma mi muñeca, el calor de su piel atravesando la tela de mi camisa y casi produciéndome un escalofrío en cuanto vuelvo a chocar con esos iris grises. La determinación en ellos ahora se ve atenuada con lo que parece un poco de fragilidad y tristeza. Una sola palabra sale de sus labios, en un volumen tan bajo que es casi un susurro, pero tiene el mismo impacto que una bala en mí.

-Gracias…

-No agradezcas, aún no he hecho nada.

No dice más, simplemente me suelta con lentitud y se recuesta sobre las almohadas, siempre mirándome atentamente mientras, por mi lado, me levanto y acerco a la puerta, abriéndola para que la enfermera que contraté se encargue de ella. Un sedante es inyectado en la bolsa de suero y Daniela se duerme al tiempo en que abandono la habitación hacia mi oficina.

Tengo mucho qué planear.

Las siguientes semanas las paso ideando cada detalle del plan para mantenerla a salvo mientras me ayuda a hacer pedazos a su padre. Según Ronald, mi amigo y médico, ya mañana podrá moverse a su antojo y dejar las medicinas que le dio. Tampoco necesitará más las vendas. Se ha recuperado bastante bien.

Hoy mismo vendrá una estilista a hacerle un cambio de imagen completo, hasta tengo las lentillas de color que le dije que le conseguiría, para que pueda cambiar su aspecto por completo, me aseguraré de que nadie la reconozca.

El guardarropa que necesitará ya está encargado y, me alegro mucho de que todo lo que pasó no le haya quitado el apetito, cuando la sostuve en brazos para traerla aquí, noté que tenía demasiado buen cuerpo como para desperdiciarlo. Habría sido una pena que perdiera mucho peso y eso se perdiera.

La ropa que elegí para su uso en la oficina, si bien es elegante, también resaltará lo que posee. Quiero que se sienta poderosa, y para eso, mi madre siempre dijo que se requiere un buen conjunto de ropa y zapatos. Espero que mi selección le agrade. Ya quiero verla con su disfraz de secretaria, a decir verdad, se ha vuelto mi fantasía personal.

Miro el reloj en mi muñeca y decido que es momento de ir a verla, la estilista debe de llegar en cualquier momento y quiero hablar con ella antes. Con eso en mente, llamo a la puerta de la que se ha vuelto su habitación y escucho su voz dejándome pasar, encontrándola sentada en el asiento acolchado bajo su ventana, mirando por ella. En cuanto me nota, su atención pasa a mí y sonríe con suavidad, haciendo que trague con cierta dificultad el pequeño nudo que se forma en mi garganta.

-Veo que estás despierta, me alegro, quiero hablar contigo un momento, si no te molesta.

-No, en absoluto, adelante, ¿qué necesitas?

-Nada, no es por necesidad, quiero contarte mínimamente lo que pasará a partir del lunes. El guardarropas que necesitarás llegará mañana, si algo no te gusta o no es de tu agrado o talla, simplemente dime, podemos cambiar lo que sea que quieras. La estilista está por llegar, quiero que hagas un cambio radical, que dejes de ser tú a nivel imagen. No voy a negar que tu cabello castaño y ojos combinan muy bien y se te ver hermosos, no obstante, Daniela tiene que desaparecer. A partir de hoy, serás otra persona, ¿ya elegiste un nombre?

-Siempre me gustó el nombre Hela.

-Pues entonces eso es lo que pondremos en tus papeles: Hela Lootz, ¿qué tal suena?

-Me gusta.

-Bien, porque esa mujer es quien serás a partir de ahora. El lunes a primera hora, llegarás a la oficina conmigo y, como mi asistente, tendrás que ser firme y decidida. Yo te elegí, nadie tiene derecho alguno a criticarte o a denigrarte porque eres recién llegada. No es necesario que hagas enemigos, solo no permitas que nadie te pase por encima, ¿sí? Deja claro que, salvo por mí, tú eres quien manda.

-Suena excelente. ¿Puedo pedir algo más?

-Adelante, ¿de qué se trata?

-Puede que suene estúpido, mas siempre quise hacerme un tatuaje. Mis padres me habrían matado si lo hubiera hecho, así que siempre me reprimí, pero ahora, no tengo motivo para no cumplir con ese deseo. ¿Será que es posible?

-Bueno, no veo porqué no, podría buscar y llamar a algún tatuador que posea máquina portátil.

-Te lo agradecería, sé lo que quiero y no voy a retrasarlo más tiempo.

-Déjamelo a mí.

Tengo el impulso de tomar su mano, y no me reprimo, no tiene nada de malo un simple toque, no es nada grave o inapropiado, por lo que en cuanto lo hago y masajeo el dorso de ésta con mi pulgar, una suave sonrisa vuelve a adornar sus labios, lo que me hace sonreír a mí también. No obstante, no puedo hacer nada más, porque antes de que consiga abrir la boca otra vez, la puerta suena y la estilista aparece. Quiero maldecir, pero como yo la llamé, me muerdo la lengua y en su lugar, me despido de ella para que la mujer haga su trabajo.

Me dirijo a mi oficina y mando a uno de mis hombres a conseguir el pedido de Daniela, cumpliendo con eso en menos de media hora. Las siguientes horas las paso sumergido en trabajo, eso es lo único que me mantiene lejos de esa habitación, y me concentro en terminar de ultimar los detalles de sus papeles por encima de todo, haciendo que todo lo referente al lunes esté listo para cuando la noche cae.

Apoyándome contra el respaldo alto de mi silla, tomo el estuche que dejé a un costado y lo abro, revelando un par de lentes rectos de media montura, los cuales se ajustan a mi fantasía y que planeo darle a mi nueva secretaria para completar el disfraz que llevo imaginando desde que le propuse todo esto hace poco menos de un mes.

La puerta de mi oficina se abre y uno de mis hombres me avisa que la estilista ya ha terminado al igual que el tatuador, que ya puedo ir a verla, y cierro el estuche antes de dirigirme hacia su cuarto. Lo primero que veo al entrar, es un hermoso tatuaje de unas alas de mariposa con puntas que parecen afiladas, de bordes negros y un precioso color azul en degradé hacia su columna.

Y otra cosa que me sorprende es que el castaño ya no está, sino que ahora, un rubio trigo muy natural rodea su cabeza, casi como un halo brillando con las luces de las paredes.

Cuando se voltea, el plateado ya no está, ahora un color marrón dorado ocupa sus iris y un lunar bajo su ojo derecho, del lado externo, completa la visión de una persona completamente diferente, lo que me sorprende de manera grata.

-¿Qué opinas?

-Que si no supiera que no eres tú, ni siquiera podría llegar a considerar que fueras la misma persona. Puede que lo tuyo sea el castaño y los ojos grises, pero ese rubio trigo con ese miel en tus ojos, también te hacen ver hermosa.

Mis palabras parecen hacerla apenarse y sus mejillas se tornan ligeramente rosas, lo que me da cierta ternura, cosa que no pensé que podría llegar a sentir. De todas formas, no dura demasiado, Daniela se pone de pie y se dirige al baño mientras habla hacia mí.

-Esperaba que pudieras ayudarme con algo.

-¿Qué sería?

-Se supone que debo lavar el tatuaje con cuidado y ponerle crema, solo que no puedo, ¿podrías ayudarme?

-Con gusto.

Arremangándome, me pongo manos a la obra y con cuidado, repaso con jabón toda la zona, notando la delicadeza de su piel y lo aterciopelada que se siente bajo mi tacto. Luego coloco la crema y su sonrisa me llega desde el reflejo del espejo, haciendo que un calor me llene el pecho.

-Tengo algo más para ti.

Le doy el estuche y ella sonríe al abrirlo, volviéndose hacia mí con gesto divertido.

-¿Quieres una secretaria sexy?

-Tal vez…

Su rostro, está cerca del mío, su perfume inundando mis sentidos ¿cómo reaccionaría si la beso? ¿Me rechazará o aceptará? Ante esa perspectiva, algo se despierta en mí…

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