El idiota más grande de todos los tiempos
ELIJAH.
Valentine se levanta con las piernas temblando y más que preocuparme, me genera un inmenso placer verla así, porque está así por mí. Sin que se lo pida, pega sus senos a la pared y me mira sobre su hombro con lujuria.
Separo sus piernas un poco y comienzo a masturbarla con deliberada lentitud, me encanta verla desesperada rogando por mi pene, tal y como sucedió el sábado después de beber tequila.
—Elijah, por favor…
—¿Por favor, qué?
—Sabes lo que quiero, no me hagas pedírtelo —murmura y la veo sonrojarse, no le da vergüenza que la vea desnuda y la haga gemir, pero sí pedirme que la penetre.
—Es una lástima, porque me encantaría escucharte pedirme que te coja —contesto y agarro mi pene y lo llevo a su húmeda vagina, comenzando a acariciar su intimidad con mi glande.
Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás, más que una tortura para ella, es una para ambos y no creo poder resistir durante mucho tiempo y Valentine lo sabe.
—¿Podría