Rubí lo miró sorprendida.
—¿Cómo puedes decir eso?
Marcus soltó una risa breve y amarga.
—¿Por qué no? Si alguien desprecia a mi esposa y a mi hijo, no merece mi respeto, ni siquiera si se trata de mi propio padre.
Rubí ya no insistió. Sabía que pronto lo comprobaría por sí misma al regresar a la mansión. Sin embargo, no pudo evitar pensar que quizás Dereck no valoraba demasiado a su nieto simplemente por su origen. Tal vez, para él, ella era solo una mujer de posición inferior que Marcus podía desechar cuando se cansara.
Pero ahora había un niño de por medio, y eso lo cambiaba todo. Incluso si Rubí se marchaba, su hijo seguiría siendo un Maxwell. Y eso la inquietaba más de lo que quería admitir.
Cuando llegaron a la residencia Maxwell, lo que vio al entrar la dejó helada. Dereck y Melisa los esperaban en la sala principal. Melisa, radiante, estaba sentada junto a él y sonreía con una expresión que pretendía ser amable.
Apenas cruzaron la puerta, Melisa se levantó con un aire de falsa