Marcus y Rubí volvieron en sí de inmediato. Giraron la cabeza y vieron a Dylan, quien había aparecido en silencio junto a la cama. Estaba allí de pie, al pie del colchón, con los ojos llenos de lágrimas y haciendo pucheros.
—Dylan, ¿qué haces aquí? Ven, déjame darte un abrazo —dijo Rubí con una sonrisa mientras se incorporaba.
—¡Hmph! ¡Papi duerme con mami y yo tengo que dormir solo! ¡Eso no es justo! —protestó Dylan, cruzándose de brazos con evidente disgusto.
—¿Eh...? —Rubí se quedó sin palabras por un momento. Al oír eso, se sonrojó—. Dylan, ya estás más grande, ¡tienes que dormir en tu propia cama!
Dylan inclinó la cabeza, pensativo. Luego replicó con lógica infantil:
—Pero papá y mamá son más grandes todavía, ¿por qué ustedes sí duermen juntos?
Rubí quedó desconcertada, sin saber qué responder.
Marcus, conteniendo una risa, intervino con serenidad:
—Porque tú aún no tienes esposa. Cuando seas tan grande como yo y tengas una, también dormirás con ella.
Dylan frunció el ceño, refle