Esta vez para Alessia tocar aquella melodía es doloroso, por lo que no puede evitar llorar mientras lo hace. Pero el torrente de lágrimas se detiene cuando aquella voz varonil y profunda le dice con un toque de seducción.
—No recordaba que mi melodía fuera tan triste, señorita Vitale.
Poco a poco se gira sin poder creerlo, sus piernas le tiemblan, las manos le sudan, siente mariposas en el estómago y no es gastritis. Sus ojos se encentran con los de Amaro, no sabe qué hacer más que bajar el violín y dejarlo sobre la mesa que tiene a un lado, porque siente que en cualquier momento se desplomará.
—Amaro…
—El mismo que viste y calza —lo ve acercarse con cuidado y fija su mirada en el bastón. Un impulso que no puede evitar ocurre allí mismo.
—¡Por dios, ¿qué te pasó?! —corre hacia él, limpiándose las lágrimas y le acerca una silla para que tome asiento.
—Gracias… subir las escaleras no es lo mejor que me pudo pasar, pero no es lo peor del