Hay miles de estrellas en el cielo, si pudiera bajarlas se las daría al amor de mi vida.
Le llego a mi esposo por detrás y lo abrazo haciéndolo tensarse pero al instante se relaja. Beso su omoplato con cariño, el posa sus manos sobre las mías y las acaricia.
—¿Ya te has cansado de bailar con los niños? —pregunta dándose vuelta para quedar frente a mí. Le sonrió sin poder evitarlo y rodeo sus hombros con mis brazos. Inhalo su perfume embriagador, todo de él es tan adictivo y sabroso. Me fundo entre sus brazos, él me envuelve en su pecho y besa mi coronilla.
—Ellos se cansaron de bailar, y yo tengo hambre. Se me antoja algo muy dulce —murmuro en su oído provocativamente. Me separo de él sonriendo y camino hacia la casa. Volteo para ver si viene tras de mi pero solo se me ha quedado mirando sorprendido. Niego, “los hombres son tan