XXXII. Infrarrojo

Llegué al centro comercial e intenté sacudir aquellos pensamientos. Vi a Zacarías enseguida que llegué. Estaba recargado junto a la entrada de una tienda de ropa, observando a las personas que pasaban frente a él. Vestía de negro, con una chaqueta blanca y el cabello desordenado. Me detuve a contemplarlo antes de que me viera. Por primera vez, noté lo atractivo que se veía. Me deshice de la idea casi tan rápido como llegó.

—Hola.— susurré.

—Creí que no vendrías.— dijo sin mirarme.

Fruncí el ceño y miré la hora en mi celular. —¿Por qué? Son las dos y siete.

—Dijiste que a las dos.— me recordó, mirándome por fin. Tomé aquello como un chiste, aunque no estaba segura si lo era, por lo que me reí. Él no lo hizo.

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