LVIII. Ultravioleta

Miré a Wendy, esperando algo que me dijera que era seguro seguir a la mujer. Pero ella sólo caminó en cuanto Jasmine dio media vuelta, como un niño pequeño siguiendo a su padre. Por lo que no tuve otra opción más que imitarla.

Estaba anocheciendo. Un miedo implícito se reflejaba en mis pasos, inseguros, como si cada uno representara una probabilidad más y más grande de que me estuviera poniendo en un peligro inminente. No tenía manera de saber si esto era una especie de engaño.

Mi mente regresó a Zacarías. Lo que me había dicho no aportaba demasiado, aunque sí había cosas que yo desconocía. ¿Un punto de reunión? ¿Detrás de la plaza? Supongo que era para camuflarse, y pensándolo bien, era difícil darse cuenta de ello siendo una persona común. Me pregunté como es que metían tantas camionetas y camiones a la plaza sin que los proveedores reales se dieran cuenta.

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