— Hasta aquí puedo oler tu miedo, ya deja de temblar, Aysling no aceptó tomarse la sangre, ¿cierto? – el Emperador dejó de leer el documento que tenía en la mano y miró hacia el sirviente con cara de pánico.
Ni siquiera se tomó la molestia de alterarse, sabía muy bien que ella debería estar muy eno