Capítulo 0003

- Yo…yo de verdad lo siento mucho… un Land Rover se atravesó en el camino y no pude esquivarlo a tiempo- se disculpó con la cara totalmente enrojecida y llena de vergüenza mientras le mostraba al posadero la obra maestra que había quedado del accidente.

- ¿Un Land Rover gris? - le preguntó de repente William y Olivia asintió como tonta, pensando en que esa era la pregunta, que menos se esperaba escuchar.

- Está bien, los accidentes suceden, no te preocupes, unos cuantos martillazos en esa chatarra vieja y queda como nueva- le dijo sin darle muchas vueltas al asunto- Lo importante es que estés bien y sin daños. ¡Paul, ven y ayuda a bajar las cajas!

Le gritó al chico de la cocina.

- Toma, aquí está tu paga- le dijo a Olivia pasándole unos billetes, que, de hecho, eran mucho más de los que ella esperaba.

Parece que se veía en una situación tan precaria, que a todo el mundo le había dado por regalarle dinero hoy.

- No, no, no es necesario, ese señor me dio este dinero como compensación y quería que descontara los arreglos del auto, no sé bien cuanto será- confesó la verdad y le pasó el fajo de billetes que el conductor mal educado le había arrojado.

- Ya te dije que no es necesario que pagues nada, agarra el pago o no me pidas más que te dé ninguna tarea- le respondió tajante y Olivia se preguntó, si todos los hombres en este pueblo eran tan bruscos.

Sin querer discutir más por ese tonto asunto, agarró su paga y subió hasta su cuarto, mucho más solvente de lo que había salido esta mañana.

Solo un tonto atropello no ensuciaría su buen día, había quedado en almorzar con Noah, así que volvió a bajar y se dirigió a su casa.

- ¿Te dejo sola una mañana y ya te metes en un problema? - la interrogó Noah levantando una ceja, mientras hacía su famosa lasaña a la boloñesa para el almuerzo en la cocina.

- Te juro que no fue mi culpa, juraría que tenía un perro que hablaba en el asiento trasero, porque casi eran gruñidos en vez de palabras, lo que soltaba ese prepotente hombre- le decía Olivia comiéndose unas uvas sentada, en la pequeña mesa redonda de la cocina.

Noah se divertía con su descripción, si estos hombres lobos supieran que una humana los estaba llamando perros pulgosos estarían gruñéndole de verdad.

Tenía que admitir que en eso Olivia tenía razón, todos eran hombres muy bruscos y directos.

El mismo John era así de intimidante cuando lo conoció, pero luego se sumergió en su mundo adictivo y fascinante y logró domar a ese lobito como suyo.

Los miembros masculinos de la manada Garra de Sombras eran todos así, casi salvajes, hasta que conocían a su compañera, que era con la única que guardaban sus colmillos y mostraban la panza.

Bueno, su compañera, el Alfa de la manada y esas dos otras personas especiales, los dos ancianos del clan.

En eso llegó John y saludó a Olivia con cortesía.

Ella vio, con algo de envidia, como el hombre rudo, que le sacaba varias cabezas a la bajita de su amiga, se acercó y le dio un beso apasionado, como si no la hubiese visto en años, cuando era obvio que solo se habían separado unas horas, que él fue a trabajar al aserradero.

Los dos se miraban de una manera que Olivia no podía descifrar, nadie nunca la había mirado así.

Cada día se daba más cuenta, de cuanto había sido estafada, en la fantasía de creer que vivía en un matrimonio feliz.

Noah le contó a su esposo sobre el incidente de Olivia, pero en vez de unirse a criticar a los culpables, John frunció el ceño.

- ¿Estás segura de que era un Land Rover Defender gris? - le hizo la misma pregunta que el posadero y Olivia asintió y volvió a preguntarse que tenía de especial ese auto.

Pero lo especial no era el auto, sino el dueño del mismo.

- Si te dijo que no te acercaras, mantente alejada si lo ves de nuevo- le dijo John con mucha seriedad y Olivia ya se estaba preguntando en qué asunto turbio se había metido.

No obstante, a eso había aprendido a seguir las instrucciones de sus amigos y confiaba en ellos.

Olivia no era tonta para nada.

Este pueblo escondía más de lo que mostraba en la superficie.

Se había dado cuenta de muchas palabras no dichas, de la cautela de los lugareños, la desconfianza, las advertencias de John en muchas cosas.

La antigua Olivia era más curiosa, más infantil, más ingenua.

La Olivia actual era más madura, más seca, menos viva y solo quería mantener su estabilidad y paz, en un sitio que, a pesar de sus misterios, no destilaba malicia por ningún lugar, solo precaución.

Olivia almorzó con sus amigos y luego se dedicó a vagar por el pueblo a ver si encontraba un empleo más estable.

Tenía como idea pasar por una escuela que había visto de paso.

Estaba muy bien preparada como educadora y aunque no había traído su título, ni contaba con ninguna recomendación, se autopromocionaría como maestra y rezaría por un milagro.

- John, ¿qué pasa con el dueño del Land Rover?- le preguntó Noah a su esposo cuando Olivia se fue.

Lo conocía demasiado bien y estaban conectados íntimamente por el vínculo de compañeros.

John se había tensado visiblemente, cuando hablaban de la persona que gruñía en el asiento del pasajero.

Aunque Noah había sido presentada en la manada y aceptada como la compañera destinada de John, en una reunión en la casa del alfa donde se reunieron todos, menos Olivia, por supuesto, que dormía en la posada, ella no conocía a absolutamente todos los demás hombres lobos y sus parejas.

De hecho, algunos eran muy misteriosos, sobre todo los dos llamados antiguos y muchos de los más fuertes guerreros, vagaban por el mundo en varias misiones dadas por el Alfa de la manada.

- Él es esa persona que te dije que se encuentra recluido, que cuida de todos nosotros, pero no vive en el pueblo, sino en sus tierras, a donde nunca jamás se deben acercar sin su permiso- le advirtió John y Noah asintió, un poco preocupada de que Olivia al parecer, tenía un radar para atraer a hombres problemáticos.

La próxima vez tendría que advertirle con más seriedad, que si veía el auto, tomara por la otra acera.

Ese era un hombre que no se podía ofender bajo ninguna circunstancia.

*****

Esa noche Olivia tuvo una de las horribles pesadillas que la atormentaban.

Se encontró despertando de golpe, llorando a su hijo perdido.

Por mucho que no quería sentirse así tan deprimida, los fantasmas del pasado siempre venían a hacerle la cruel visita.

Se envolvió en una cálida frazada a cuadros rojos y salió al pequeño balcón de la posada que daba al bosque sumido en la oscuridad.

Pero Olivia no tenía miedo, una de las razones por las que no quería irse de este lugar era por su energía, por su buena vibra que hacía que cada poro de su cuerpo respirara con vida.

Tenía el sentimiento de que aquí era a donde pertenecía.

Miró al bosque donde los animales nocturnos estaban haciendo todo tipo de sonido y cerró los ojos respirando la frialdad pura de la noche.

Pero lo que Olivia no sabía era que alguien la vigilaba desde el follaje del bosque, unos ojos amarillos intensos, miraban de forma obsesiva a la ninfa hermosa, que cerraba los ojos perezosamente y lo hechizaba con ese delicioso olor que llegaba hasta su sensible nariz.

Ella no se daba cuenta lo tentadora y vulnerable que se encontraba.

Ahora era Lucian quien maldecía dentro de la mente de su lobo.

Solo se había relajado unos instantes y Lugh no perdió tiempo para forzar el cambio y venir corriendo a acosar a su pareja.

A través de sus ojos caninos, Lucian también la veía y eso era precisamente lo que no quería, porque sabía muy bien que en el momento que pusiera sus ojos en esa mujer, no habría vuelta atrás.

“¿Ahora que está haciendo esa tonta?”, preguntó en la mente de Lugh

“Está sintiendo mi llamado y viene hacia mí” le respondió su lobo con evidente alegría y regocijo.

Lucian estaba escéptico, porque ella era solo una humana y aunque era su mate, sin haber establecido el vínculo con su marca, era muy difícil que percibiera ningún ridículo llamado de su lobo.

Sin embargo, esa mujer estaba bajando por la peligrosa vieja escalera de madera al lado de su balcón y le estaba poniendo los nervios de punta.

Casi sale desprendido a rescatarla cuando, unos de pies descalzos se resbalaron por el musgo de la vieja madera en un escalón.

¿Además, estaba descalza con las bajas temperaturas que hacían?

Esa mujer era demasiado desobediente e intrépida para su gusto, se iba a enterar cuando la tuviera cerca, le iba a dar unas cuantas nalgadas en su… espera, ¿a él que le importaba lo que ella hiciera?... ese no era su problema.

“Síguetelo repitiendo, a ver si te lo crees” le respondió Lugh en su mente divertido y Lucian solo siguió maldiciendo.

Pero su diálogo interno no duró mucho tiempo, porque la hermosa peli castaña, con el cabello suelto, sin zapatos, con un fino camisón y solo envuelta en una frazada a cuadros, caminaba justo en su dirección.

Olivia no sabía qué le sucedía, pero tenía una imperiosa necesidad de encontrar a alguien.

Sus instintos le decían que era alguien importante.

Se vio haciendo la locura de bajar por las viejas escaleras y caminar sola en la noche hacia la naturaleza.

Estaba completamente loca, esa era la única respuesta lógica al hecho de que se internara en el bosque oscuro con animales salvajes asechándola.

Llegó a un claro en el medio del bosque, sentía la suave yerba húmeda bajo sus pies y alzó la cabeza para ver la luna más hermosa y espectacular que había presenciado en su vida.

Estaba extasiada cuando volvió a sentir esa presencia tan agresiva y a la vez tan reconfortante, que la acechaba y le exigía que se acercara.

Bajó su cabeza y se quedó congelada cuando vio aparecer a un lobo, en el medio de las penumbras del bosque, con un hermoso pelaje negro y blanco, mirándola con ojos amarillos, penetrantes y obsesivos, como si estuviese frente a la presa más deliciosa que hubiese encontrado jamás.

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