Capitulo 7. ¿Me amenaza?

—¿Usted de nuevo?

—Le he hecho una pregunta, señorita.

—Necesito salir de aquí.

—Para ser una dama, me parece bastante resistente. Realmente, tiene la vitalidad que posee un hombre.

Rouse se compuso ante el comentario tan insinuante del sheriff, todos en ese pueblo eran muy indagadores, empezando por ese hombre.

—¿Eso que tiene que ver con que yo quiera salir de aquí?

—He dejado instrucciones de que nadie debe dejarla salir de esta casa, señorita LeRoy.

—¿Y quién se cree usted para exigir tal cosa?

—Soy quien mantiene a salvo a todos los ciudadanos de este pueblo. No le recomiendo que me lleve la contraria, suelo parecer un hombre paciente, pero la realidad es otra —La mira con aquellos ojos azules tan amenazadores, que le hace hervir la sangre a la rubia.

Eso ni tenía que decírselo, ya había experimentado en carne viva su temperamento. Era tan altanero, que lidiar con él podría llegar a ser tan agobiante para cualquier persona, pero no para Rouse. Ella seguía sosteniéndole la mirada.

—Eso no le da derecho de mantenerme encerrada en este lugar. Exijo que me deje salir de aquí.

—¿Para ir a dónde? —Tom cuelga los pulgares de sus dedos en el cinturón alrededor de su cintura.

—Eso no le concierne.

—Más de lo que piensa —Tom da un paso hacia ella.

De la nada el corazón de Rouse comenzó a vibrar, desconocía las intenciones de ese sheriff al acercarse. Sin embargo, ella no se movió ni un milímetro. Hiciera lo que hiciera en su contra, no se dejaría.

—Entonces, dígame, ¿a dónde piensa ir en caso de que yo la deje en libertad? —Añade.

—Si le preocupa que yo le deba, no se preocupe, me ocuparé en pagarle hasta la última moneda.

—Me parece bien, así que, en vista de que me debe dinero, le recomiendo que vaya asimilando la idea de que tendrá que quedarse en este pueblo.

—Pero…

—¿O prefiere responder a todas mis preguntas?, si decide hacerlo, le prometo que olvidaré su deuda y la dejaré marchar.

Era una oferta muy tentadora, demasiado, pensó. Pero eso significaba muchas cosas… además, no estaba dispuesta a ceder ante ese hombre, así sea de la ley.

—No tengo nada que decirle.

—Entonces, se quedará aquí —Contesta en tono hosco, para ese entonces estaba bastante cerca de ella, la verdad era que, demasiado próxima a ella.

Por más que se exigiera que mantuviera la postura, con ese sheriff le costaba un poco hacerlo.

<Maldición, qué molesto es este hombre>

—En cualquier momento me largaré, sheriff.

—Sobre mi cadáver.

Se miraban fijamente a los ojos, Rouse conseguía sentir la respiración del sheriff, era caliente y rápida. Y esas facciones de su rostro tan duras e inexpresivas. Maldito fuera, la estaba retando, y con lo mucho que odiaba que le hicieran eso.

—Pues, en ese caso, ya lo veremos, Sheriff —Levanta el mentón demostrando que no le tenía miedo.

Ella no era una mujer común, definitivamente, no lo era. No como las damas del pueblo, es más, ni siquiera se portaba como las prostitutas del Saloon. Ella era diferente, todo su físico era el de una dama, pero la realidad es que no lo era. Y Tom lo intuía, lo único que le faltaba era demostrarlo. 

—Me parece que me dará muchos problemas, señorita Rouse.

—Si no me deja partir, los tendrá, sheriff Wesley.

—¿Eso es una amenaza?

—Definitivamente.

Tom afina la mirada, mira qué interesante le salió la forastera. Al parecer, tendría mucho trabajo mientras que la rubia permaneciera en el pueblo. No obstante, las cosas se podrían volver más fácil si tan solo la dejará en libertad, pero no lo haría. No la iba a dejar libre.

—Usted me está ocultando algo muy importante, y créame, de aquí no sé ira hasta que me diga todo lo que quiero saber.

—¡Inténtelo! —Tom hace amago de dar otro paso.

En eso la puerta de la habitación se abre, la esposa del doctor entra y con un carraspeo de garganta interrumpe la batalla de miradas de las dos personas que se encontraban a solas en la recámara.

—Disculpe, sheriff. Pero no creo que sea conveniente que se quede a solas con la señorita.

—Es cierto, no podemos estar solos, sheriff —Rouse habla ablandando un poco la voz, eso desconcertó al cowboy.

—Ella necesita una escolta, ya sabe cómo son estas cosas sheriff.

—Ella es una forastera, necesita ser interrogada.

—Pero es una dama, sea lo que sea para usted —La voz de la esposa del doctor sonó fuerte y decidida.

Contra eso, Tom no podía luchar. No era bien visto que un hombre se quedara a solas con una mujer en una recámara. Al menos que estos fuesen marido y mujer, o en su defecto, como era el caso de las mujeres del Saloon. Pero eso era clase aparte, al parecer, el trato que Rouse estaba teniendo por parte de la esposa del doctor era de una dama.

A Tom no le quedó más remedio que alejarse un poco de ella, y recomponer su postura. Pero la verdad es que, tan solo un momento, esa mujer logro sacarlo un poco de sus casillas. Sus ganas eran de cargársela al hombro y llevársela directo a la comisaria, dejarla allí y no permitirle salir hasta que confesara quién demonios era y de donde rayos provenía.

—Puede salir, pero no se tiene permitido irse del pueblo. ¿Eso le queda claro?

—Por supuesto —Contesta con voz suave.

Actuaba diferente delante de la esposa del doctor, pero cuando estaban solos era otra mujer. Ella no era de fiar.

Tom se da la vuelta y así mismo se marcha de la recámara… Rouse lo ve alejarse y suelta un suspiro imaginario, era un tipo difícil.

—Es muy justo, será mejor que haga lo que dice.

—Lo haré —Miente con una sonrisa amable.

—En este pueblo no está bien visto quedarse a solas con un hombre, si lo haces te tomaran como las rame… como las mujeres del Saloon — Le dice en forma despectiva.

La esposa del doctor era de ese tipo de mujer de la alta sociedad que respetaba las normas, y acataba las órdenes como un cordero encerrado, siendo arreado por los perros. Al parecer la vida de las mujerzuelas le parecía de muy mala calaña.

En realidad, a ella le daba igual… así que prefirió guardar silencio y no llevarle la contraria. Además, ella parecía una buena persona, quizás pudiera ayudarla en algo.

—Necesito un lugar donde pueda quedarme, y tal vez, un trabajo.

—¿Trabajo?

—Debo pagar una deuda y comprar un caballo, si me pudiera ayudar a encontrar donde trabajar.

—Bueno, creo que puedo ayudarla. Pero debe prometerme que se mantendrá alejada del Saloon.

—De acuerdo.

[…]

El ardiente sol calentaba cada roca del camino de tierra que conducía a la comisaria, y alguien más ardía, pero era de la rabia. Aún no había pensado la manera en que le sacaría la verdad a esa mujer, pero estaba seguro de que lo haría.

Era testaruda, y mentirosa, pero esas artimañas contra él no funcionaban. La atraparía, y si era culpable, la metería en la cárcel.

De pronto, del interior del Saloon de James, el cuerpo de un hombre sale expulsado por la puerta, y justamente cae sobre las botas de Tom.

El sheriff miró al sujeto intentando ponerse en pie, pero esté al levantar la mirada se topa con el de la de un sheriff muy enfurecido.

—Sheriff —Jadea con miedo, estaba más ebrio que sobrio —. Yo no…

Entonces, del Saloon, un grupo de hombres salen como una manada de toros enfurecidos. Por supuesto que todos estaban ebrios, Tom pensó que cerrar esa cantina quizás no era mala idea.

—Ponte en pie maldito, me las pagarás por haberte metido con mi mujer —Dice uno de estos con un revolver en la mano, por su estado de ebriedad ni siquiera era capaz de llevarla correctamente en la mano —. Te mataré, juro que te volaré la tapa de los sesos.

Tom levanta la punta de su sombrero y observa detenidamente aquel sujeto, lo conocía, no era de Coloma. Era del pueblo vecino, sin embargo, estaba muy lejos de casa. Hasta donde sabía, ese tipo tenía un amante en el saloon, y cada vez que venía siempre era lo mismo.

—Será mejor que bajes tu arma, Billy —Tom se interpone entre él y el hombre que seguía arrastrándose en la tierra —. No quiero peleas innecesarias en mi pueblo, conoces las leyes.

—¡Sheriff! —Menciono las palabras de manera déspota y con una sonrisa burlona en los labios —. El gran sheriff Tom Wesley, del que todos hablan con tanta alevosía —El ebrio da un paso torpe hacia él.

Rouse había escuchado el escándalo en la calle, algo muy habitual en los pueblos como ese. Al menos en la ciudad no se veía tanto alboroto. Pero los pueblos eran otra cosa, con algo de curiosidad se asomó por la ventana de la casa del doctor y pudo observar de lejos a ese sheriff.

Se estaba enfrentando contra cinco sujetos armados. Rouse afino la mirada al percatarse de que él ni siquiera se intimidó por la cantidad de hombres ante él. Ni había desenfundado su arma.

—Es el mejor sheriff que hayamos podido tener —La voz de la esposa del doctor susurro a sus espaldas.

Llena de curiosidad por saber si eso era cierto, la rubia sale de la casa. Necesitaba ver que pensaba hacer ese sheriff para resolver ese problema, pero también deseaba saber que tan peligroso era.

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