Capitulo 8. El forajido

El instinto llevó a Tom a posar la mano en su arma, el alborotador estaba armado, junto con sus compañeros. La intuición le decía que no podía bajar la guardia con esos tipos, ya sabía que le iban a traer muchos inconvenientes.

Lo mejor que podía hacer era acabar con el problema de raíz.

—Váyanse de mi pueblo, y no vuelvan.

—No puede prohibirnos no venir, sheriff Wesley. Coloma es libre de recibir a quien sea, y nosotros no seremos una excepción —El hombre contesta, para luego escupir saliva negra, termino por limpiarse los restos de su bigote con el dorso de la mano.

—No se los volveré a repetir, hasta hoy toleraré su presencia en el pueblo.

—¿Y qué piensa hacernos, sheriff?

El sujeto sonríe mostrando lo amarillento y putrefactos que estaban sus dientes. Sus compañeros, al verlo sonreír y burlarse del sheriff, sus hombres lo imitan.

Tom no estaba dispuesto a tolerar ese grado de insolencia. Su paciencia había llegado al colmo.

Mientras que el sheriff y el forastero discutían, la gen
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