Victoria Torralba
— ¡Abu!— llama Daniela desde su habitación y yo saco mi cabeza de debajo del lavamanos.
— ¡Voy tesoro mío!— exclamo y corro escaleras arriba. La pequeña está extendida entre un desastre de cojines de Minnie Mouse y sábanas de princesas.
— ¿Quieres tus galletitas de merienda, mi amor?— pregunto al tiempo en que se abraza a mi cuello como lapa.
—Sí, Abu. — dice suavecito.
Dios nos bendiga con muchas galletas de chispas de chocolate para el futuro.
—Bueno, te las daré, pero tienes que aprenderte algo, Daniela. — digo y se me hace un nudo en la garganta de imaginar la furia de Dina cuando se entere.
Todo sea por el bienestar de mi nieta.
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Llevo toda la tarde en esto y no puedo dejar de pensar en lo imbécil que es David Carnelutti. Mira que perderse el crecimiento de Daniela por idiota, sólo le pasa a Él.
Daniela es inteligente, y me lo ha