—Tanto mejor, porque yo jamás saldría con uno –le contesto en voz baja.
— ¿Por qué no? –le pregunto Deán, empezando a relajarse mientras la estudiaba con la mirada.
Parecía agotada, su cabeza de cabello negro colgaba del esbelto cuello como una flor rota, como si le costase demasiado esfuerzo sostenerla recta, y Deán casi se sintió culpable porque había estado a punto de perder los nervios con ella.
Adaira estaba conmocionada. No recordaba haberse sentido nunca tan confundida. Deán solo tenía treinta y cinco años, nueve años mayor que ella. Así que no podía sentir pudor ni miedo de estar con alguien menor y más mayor que ella.
— ¿Por qué no? –repitió Deán por curiosidad.
Nunca había sentido tanta curiosidad por una mujer más que ell