Dadas nuestras rutinas de trabajo, a menudo nos encontrábamos con el portero en bares, clubes y eventos, así que nos sentíamos a gusto en presencia de Francis.
— Gracias Francis — sonrió Elle — te juro que no sé cómo adivinas cuando necesitamos ayuda.
— Esta vez no ha sido culpa mía, chicas — sonrió — un chico vio la situación y me avisó.
— Entonces deberías pedirle que se acerque para que podamos darle las gracias — Elle le guiñó un ojo al hombre que luego se alejó, asintiendo en señal de comprensión.
Le dirigí una mirada molesta, que ella fingió no entender.
— ¿Cómo?
— ¿Qué? Acabamos de deshacernos de un completo gilipollas, ¿y le pides a Francis que nos presente a un desconocido?
— Oye, ha sido amable con nosotros —le defendió ella—, no estaría de más invitarle a una copa como agradecimiento.
— ¿No? Podría ser un idiota oportunista tan repugnante como el otro.
— Si es otro idiota, llamaremos a Francis para que se deshaga de él también — me cortó — y creo que es él el que viene.
— A