Un príncipe por contrato
Un príncipe por contrato
Por: patris23
Prólogo

Tenía un libro entre mis manos. Uno de tantos que me había obligado a leer papá, según él: una princesa debe conocer la historia de cabo a rabo, lo que no quita que sea un aburrimiento total.

Tocan a la puerta.

— Adelante — contesto al sonido dejando el libro sobre la cama. Agradecida por tener una excusa y dejar de leer.

— Princesa Katherine, su padre requiere su presencia.

No sé de que querrá hablarme ahora. Alguna ley, alguna propuesta nueva o simplemente ponerme a prueba para demostrarme lo verde que sigo estando y todo lo que debería esforzarme para ser una reina como mi madre.

Salto de la cama. Me atuso el vestido por si hay alguna arruga invisible de la que él se daría cuenta con solo echarme un vistazo y camino hasta su despacho con paso firme.

Tras tocar a la puerta, la abro sin esperar que me dé permiso.

— Padre ¿Quería verme?

—Siéntate, por favor — pide algo nervioso.

Da vueltas a mi alrededor sin quitarme el ojo de encima, casi parece que está haciéndome un examen, y por su ceño fruncido apostaría a que no lo estaba superando.

— Llevo un tiempo manteniendo el contacto con los reyes Stone. Tienen un hijo de tu edad — no entiendo porque me cuenta todo esto. Por regla general los chismorreos no van con él — Nuestro país es pequeño Katherine y su ejército mengua cada año. Necesitamos aliados y no hay aliado más poderoso que los Stone.

—Entiendo padre — Una clase de historia presente. Si el libro era aburrido esto es aun peor.

Se frota la barbilla, ansioso por continuar.

—Solo hay un modo de que esta alianza sea fuerte y duradera. Mediante el matrimonio.

Suelta la bomba sin sentir ni una pizca de remordimiento. Absolutamente nada en su mirada o su rostro me dice que es una broma.

—No voy a casarme con... ¡ Ni siquiera se su nombre, padre! ¿Cómo pretende que me case con alguien a quien no conozco de nada?

Está loco. Ser el rey le ha trastocado. Hace siglos que nadie se casa por esos motivos. Los matrimonios concertados ya no existen.

— He pensado también en eso. Hemos llegado al acuerdo de que permanecerás con ellos un año. Podréis conoceros bien y tendréis tiempo para ello. Transcurrido ese año, se programará la boda.

Si, ahora lo veo claro. Está como una cabra.

— No voy a casarme con ese tal Stone y no puedes obligarme. Solo tengo veinte años.

Me levanto de la silla dando por terminada la conversación.

Golpea la mesa con las palmas de las manos. Me quedo quieta donde estoy sin atreverme a mover ni un solo músculo.

—Te casarás — sisea acercándose a mi — porque tu rey te lo ordena. Ahora ve a preparar tus maletas. Sales mañana a primera hora.

Antes de salir de su despacho dando un portazo que hace temblar todas las ventanas de palacio, le lance una última mirada. Jamás iba a perdonarle esto y él lo sabía.

Entro en mi habitación echa una furia ¿Quién se ha creído que es? el rey, me contesta mi subconsciente. Da igual ¡no tiene derecho a hacer eso! si no quiero ni casarme, al menos todavía no. Quiero viajar, quiero vivir, quiero hacer muchas cosas que ya nunca podré.

Me dejo caer sobre la cama y pego la cara contra la almohada. Dejo que las lágrimas salgan silenciosas en un torrente que poco a poco va mojando el cojín.

— ¿Alteza? — dice Noah entrando — tenemos ordenes de su padre de preparar todas su cosas.

Hago un gesto con la mano dando el visto bueno, aunque mi corazón grita por dentro que no permita que hagan mis maletas y me hagan cruzar miles de kilómetros.

—No esté triste. Nosotras vamos con usted.

Sé que intenta consolarme y debería estar agradecida, pero no son más que palabras vacías.

— ¿Os vais a casar vosotras con un desconocido? NO. 

Dejo que deambulen por la habitación vaciando poco a poco todo su contenido. Cuando terminan es casi de madrugada. Todo está tan vacio... mi habitación ya no está. Si mi madre estuviera aquí, no lo permitiría.

Por la mañana temprano y sin haber podido pegar ojo. Estoy muy nerviosa. Salgo de palacio sin despedirme de mi padre, aunque él espera al final de las escaleras.

— Padre — sigo caminando ignorando los brazos extendidos hacia mí.

Un coche me lleva hasta el avión privado. Una vez acomodada, pienso en como se ha terminado mi vida de un día para otro. Un año en un palacio desconocido, con una familia desconocida. Un año prometida de un joven al que ni conozco ni quiero. Un año eterno que no se terminará nunca porque solo va a terminar en boda.

— ¿Alteza? — La voz de May me despierta — estamos llegando.

Toda la noche sin poder dormir me ha pasado factura y al poco de despegar el avión me dormí. Si pudiera dormir todo esté tiempo... Si hubiera una fórmula mágica para que todo esto pasara sin que me enterase, la tomaría sin dudar.

Bajo del avión con las piernas entumecidas por el viaje. Un coche nos espera en la pista para llevarnos hasta el palacio. Durante el trayecto miro por la ventanilla blindada. Enormes prados verdes hasta donde alcanza la vista nos rodea. Todo está lleno de tulipanes, hermosos tulipanes. Quizás pueda pedirle al rey que me deje venir aquí de vez en cuando y tumbarme sobre ellos.

Antes de que me dé cuenta ya hemos llegado y mis nervios y mis corazón se disparan. No había pensado demasiado en el momento de estar frente a... ¿alguien me ha dicho su nombre? Debería saber su nombre.

Todos los sirvientes esperan en la entrada de palacio, en una ordenada fila. La guardia real está colocada a ambos lados del coche, perfectamente alineados y frente a mí, la familia real. El rey, la reina y sus dos hijos. Doy por sentado que con quien mi padre ha hecho el trato es con el mayor, el más alto.

Me bajo del coche y camino con seguridad, una seguridad que no siento ni de broma. Bajo el vestido mis piernas son gelatina que tiemblan con cada paso que doy. A tan solo un metro de distancia me paro y me inclino haciendo una reverencia.

— Es un honor estar aquí — miento.

El rey se acerca y me coge las dos manos obligándome a incorporarme.

— El honor es nuestro. Ahora esta es tu casa y espero que lo sientas como tal. ¿Andrew? ven

No me equivocaba. El hijo mayor, el más alto. Lleva el mismo uniforme que la guardia real pero con muchas más medallas y distintivos, Debajo de él, se pueden intuir unos fuertes músculos.

— Katherine, espero que podamos conocernos bien durante este tiempo — sujeta mi mano con delicadeza y deja un dulce beso en ella.

— Seria para mí un honor.

Tengo que mantener la compostura aunque lo que más me apetezca sea largarme de ahí ahora mismo. Debo comportarme y ser la princesa que mi padre siempre ha querido. Tengo que conseguir estos aliados aunque sea infeliz toda mi vida.


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