Paul se separa de mi abrazo para traerme algo de cenar. Nos quedamos a solas Andrew y yo. No sé que decirle, ni siquiera puedo mirarle sin sentir vergüenza por mi comportamiento.
La realidad me ha tenido que golpear de lleno en toda la cara para comprender a lo que se refería. Si él, aunque no estaba a favor, no me hubiera ayudado a esconder la carta, posiblemente mi cabeza ya estaría separada de mi cuerpo.
Le debo la vida y aun así soy incapaz de acercarme y agradecérselo. Me quedo tal y como estaba, sentada en el suelo mirando mis manos. Escucho la cama crujir. Andrew viene hacia mí, se agacha para quedar a la misma altura.
— ¿Por qué no me miras? — Pregunta — ¿he hecho algo que te ha molestado?
¿Cómo puede pensar eso? Me ha salvado. Un simple gracias no sería suficiente, nada que pueda decir o hacer es suficiente.
— Katherine, mírame — endurece el tono — mírame maldita sea — me sujeta por los hombros visiblemente enfadado — ¿Por qué no me miras?
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