He pasado en esta vida por infiernos y destrozos
Y por mi orgullo, y mi soberbia tu corazón ha sido roto.
Cuánto daño, cielo mío, sin quererlo yo te hice.
Aunque pueda yo curarte, habrá en tu alma cicatrices.
Se pasaron cinco días, y si Jennifer vio a Jeremy dos veces en la casa, fue mucho. Él se iba muy temprano, y llegaba bien tarde en la noche. No comía en casa, ni cenaba. No la había llamado ni una sola vez, y tampoco la había buscado para nada. Era como si de repente, ella hubiese dejado de existir para él.
Y dolía, caray.
Cansada de esperar una oportunidad para hablar nuevamente con él, encontrárselo de casualidad para poder volver a preguntarle, decidió tomar las riendas del asunto y se encaminó a las oficinas de Hendricks Industries, donde estaban instalados los Blackwell ahora y desde la cual dirigían su imperio.
Se anunció con Robert, no con Jeremy, y cuando su anciano secretario le dio el pase, Jennifer entró al despacho.
Las oficinas seguían siendo las mismas a pesar de