Cinco años después.
Luego de aquel encuentro inesperado con el padre de su hija: Samantha subió al auto con el rostro empañado de lágrimas y sin dejar de temblar, colocó el cinturón de seguridad a Norita. La niña observaba a su madre con tristeza.
—Yo solo quería conseguirte un novio —susurró sollozando—, no deseo que pelees con Óscar, es mi amigo, se llama igual que mi papá —expresó la niña. — ¿No te gusta, te parece feo como Renato?
Sam negó con la cabeza, liberó un largo suspiro.
—Vamos a casa —solicitó y evitó hablar de él, con las manos trémulas se aferró al volante, intentaba no llorar para mirar con claridad la carretera; sin embargo, aquel encuentro removió en ella muchos sentimientos, en especial miedo y resentimiento.
Norita parpadeó y recordó que olvidó algo ahí.
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