Allegra corrió ayudar a Santiago, dándole la mano para que se levantara del suelo
—¿Estás bien?
—Sí.
Se acercaron a la niña que sollozaba aún asustada
—Está bien —dijo Nina—. Lyla debes tener cuidado.
—¡Lyla qué terrible susto nos has dado! Ya te hemos dicho muchas veces que dejes de ser tan traviesa —recriminó Niall
—Lo importante es que ella está bien —dijo Santiago acariciando la coronilla de la niña con dulzura, mientras Allegra sonreía ante su gesto tierno.
Después todos acudieron a arreglarse para el evento.
Santiago estaba afuera de la recámara de Allegra, aquella casa era enorme, de tres pisos y sus habitaciones estaban una a lado de la otra, en la segunda planta. Santiago portaba un perfecto esmoquin negro, hecho a la medida, se había afeitado bien y esperaba impaciente por Allegra, cuando ella abrió la puerta y estuvo frente a él, tuvo que reprimir el deseo de tomarla entre sus brazos, se veía preciosa con aquel vestido dorado que se ceñía a su perfecta y grácil figur