Hannah miró a los padres de Teo, luego a su cuñado y por último a Lionetta. Todos tenían una sonrisa radiante en el rostro.
Después del almuerzo habían pasado a la sala, donde la conversación seguía tan animada como antes. El entusiasmo por la noticia de los mellizos no había disminuido ni un poco desde que la compartió.
Su suegra y Lionetta ya estaban hablando de ir de compras; al parecer, iba a necesitar un clóset nuevo lleno de ropa de maternidad. Su suegro y Angelo, por otra parte, no dejaban de bombardear a Teo con consejos.
Hannah no quería arruinar el momento, tampoco podía seguir posponiendo lo inevitable.
La noche anterior había vuelto a hablar con Teo sobre decirles la verdad acerca de su matrimonio, y él aún la apoyaba. Así que ese momento era tan bueno como cualquier otro. Aquello no era algo que pudiera barrer bajo la alfombra y pretender que no existía.
Si lo dejaba para después, probablemente terminaría acobardándose. Además, siendo completamente honesta consigo misma,