Molly Goldberg
Cierro con fuerza la puerta de presidencia, tomo aire y lo suelto lentamente. Tenía que tranquilizarme antes de entrar de nuevo a mi oficina, Arvel espera. Camino hasta la oficina y antes de abrir, suelto un suspiro, pongo una sonrisa al entrar.
—Disculpa por eso—le digo a Arvel, está de pie a lado de mi escritorio mirando el paisaje a lo lejos, se gira y sonríe.
—No tienes por qué dar una disculpa, ¿Entonces? ¿Cenamos? —mi mano se queda en el respaldo de la silla dónde estaba él sentado anteriormente.
—Claro. Solo dime la hora y el lugar. —él se sorprende a mi respuesta.
—Me parece perfecto, —busca en el interior de su americana, teclea algo en su móvil, al terminar levanta su rostro en mi dirección. —Listo.
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