Daniel y Bruno estaban sentados en una mesa en un rincón del restaurante, habían acordado comer al mediodía, ponerse al día, y buscando una solución con el problema del pelirrojo.
—¿Y cuándo conoceré a la mujer que te atrapó? —dijo Bruno con una gran sonrisa, luego se llevó a su boca un gran pedazo de carne, Daniel alzó una ceja.
—Nunca. —Bruno negó, al terminar de comer, dio un largo sorbo a su copa de vino.
—¡Ah no, señor García! muero de curiosidad por saber quién es la mujer que te tiene de los tanates. —Bruno comenzó a reír por lo bajo, de forma burlón.
—Ahí viene Anna Carolina—Daniel señaló con su tenedor en dirección más allá de Bruno, quien palideció, luego se encorvó e intentó esconderse, pero vio la cara divertida de Daniel y le aventó un pedazo de pan.
—Qué mamón, con eso no se juega—Daniel