Capítulo 34. Dos caminos

Carolina miró de nuevo los documentos que había dejado frente a ella en la gran mesa del comedor, su labio terminó de temblar cuando se llevó la mano a su boca. Su cabeza era una revolución de preguntas, de dudas, pero todo eso fue interrumpido cuando entró al lugar, Cecilia. Carolina miró su rostro de preocupación.

—¿Ahora te ha mandado para obligarme de alguna forma a firmar? —Cecilia negó lentamente. —¿Y entonces? —Carolina se refirió a su presencia de último momento.

—Quiero cerciorarme que coma bocado, señora. —Cecilia sirvió un poco de fruta picada y se lo puso a un lado—En su estado, debe de pensar más en alimentarse bien. —Carolina se limpió sus ojos discretamente. Pero ella tenía razón. A pesar de la tormenta en la que estaba, tenía que comer.

—¿Cómo comer cuando me están dando esto? —señaló los papeles—¿Cómo comer cuando no puedo negociar nuestra propia libertad?

—Yo solo soy empleada, —se limitó Cecilia a decirle, pero todo estaba

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