CAPÍTULO 36: DEBE SER EL DESTINO
Cuando la pelirroja llega a la casa —que Anthony alquiló para ella—, apenas puede controlar la rabia y las lágrimas que ruedan por sus mejillas. No puede sacarse de la cabeza la voz burlona de Anthony llamándola “put4” y entonces la rabia vuelve a apoderarse de ella.
Se detiene frente a la puerta, incapaz de moverse. Mira la fachada de la casa con desprecio, como si su sola existencia fuera una extensión de Anthony y todo lo que representa. No quiere entrar en la casa, no quiere volver a saber absolutamente nada de él, ni nada que lo relacione. Poco le importa el contrato, el dinero que le prometió o que todavía deben fingir que son algo. Ella simplemente no quiere volver a verlo nunca más.
—Claro, para él es tan sencillo como utilizarme —espeta consigo misma apretando los dientes—, para él no soy más que un mero objeto que usa para engañar a todos, no le importa lo que siento, no le importa que sus caricias me confundan y me hagan desear… —Katherine d