CAPÍTULO 102: FURIA CIEGA
El pecho de Anthony se expande y se contrae con fuerza. El odio lo consume. No es solo enojo, no es solo rabia… es algo visceral, algo que le ruge en las entrañas como un animal herido.
—Ese hijo de perra… —gruñe.
No es suficiente. No hay insulto en el mundo que haga justicia a lo que siente.
Quiere matarlo. No… lo va a matar.
Lo hará sufrir. Hará que suplique por su miserable vida antes de arrancársela.
Cada músculo en su cuerpo está tenso, tan duro como el acero. Su mandíbula, su cuello, sus hombros… siente que si no hace algo, si no golpea algo, va a explotar.
—¡Lo juro por Dios, Katherine, ese maldit0 tiene las horas contadas! —ruge, pasando ambas manos por su cabello con desesperación, tratando de contener el impulso asesino que lo devora—. Voy a encontrarlo y lo voy a hacer mierd4.
Patea con furia la mesa de café frente a él. El mueble se desliza unos centímetros, pero no es suficiente. Nada es suficiente para aliviar el dolor y la impotencia que lo car