Walker
Nala Jones está completamente fuera de su elemento, pero eso no detiene el brillo de desafío que ilumina sus ojos cuando me ve. Es visceral. Su disgusto. Y no debería emocionarme tanto como lo hace.
Ella se ve más pequeña hoy. Probablemente porque su boca está cerrada en lugar de abierta en una diatriba de juicios importantes. Su camiseta y jeans son una extraña elección para una entrevista. Tal vez ella no tiene intenciones de tomar el trabajo.
Inaceptable.
La quiero.
Así que debo tenerla.
Es muy sencillo.
-Lo que acabas de hacer es ilegal-, resopla Nala, señalándome con un dedo marrón oscuro.
Miró más allá de la mujer furiosa a Stanley, el gigante a cargo de mi equipo de seguridad. -Gracias. Te puedes ir.-
Agachó la cabeza y entró solo en el ascensor. Cuando las puertas se cierran, una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro. Su diversión es un testimonio del coraje de Nala o un alivio en el descanso de su monotonía diaria.
Dada la lucha que puso en el vestíbulo, todo