Julieta se apresuró a correr hacia adelante para persuadir:
—¡Maestro! Su herida interna aún no ha sanado, ¡no puede volver a hacerlo!
—¡Traidora! —Liliana, furiosa y avergonzada, le dio una bofetada a Julieta en la cara y la reprendió—. Si no fuera por ese manuscrito incompleto que me diste, que me hizo caer en la locura, ¿cómo iba a resultar herida?
—No, no fui yo... —Julieta, cubriéndose la cara, no paraba de negar con la cabeza.
—¡Aún te atreves a argumentar! —Liliana gritó con voz severa—. Te pregunto, ¿cómo ese joven podría tener el Sutra de Jade? ¿Acaso no se lo diste tú a escondidas? ¡Traidora!
—No... no lo hice —Julieta negaba una y otra vez.
—¡Vaya, Julieta! Le das a tu maestra un manuscrito incompleto, pero le das el verdadero tesoro a ese despreciable hombre, ¡eres peor que un cerdo o un perro!
—Siempre pensé que eras leal, pero resulta que eres tan cruel y traicionera, ¡has traicionado a tu secta!
—¡Deja de fingir, realmente me das asco!
En ese momento, todos los discípulo