—Ya está bien, querida Dolores, no hagas sufrir más a este Sr. Pedro. Mira su frente, está a punto de gotear —Estrella no pudo contener su risa, interviniendo para liberar a Pedro del apuro.
Ser acosado por un niño así, eso sí que no tiene comparación.
—Sr. Pedro, ¿estás sudando? Déjame secarte.
Dolores, siempre atenta, sacó dos hojas de papel y comenzó a secarle el sudor a Pedro.
—Ya está bien, Dolores, se está haciendo de noche, mejor vuelve a casa con tu mamá —Josué habló oportunamente.
—Pero... yo todavía quiero charlar un rato con Sr. Pedro —Dolores mostraba cierta renuencia.
—Mañana es tu cumpleaños, y entonces el tío te acompañará a platicar —Pedro se apresuró a decir.
—¿En serio? —Dolores se iluminó de sorpresa.
—Por supuesto —Pedro asintió seriamente.
—Entonces, es un trato.
Dolores extendió su dedo meñique.
Pedro sonrió y enganchó su dedo con el de ella, luego presionó suavemente con el pulgar.
—Sr. Pedro, tengo un secreto que contarte —Después de sellar el trato, Dolores se