Una esposa para el conde. Capitulo 37
Acomodó a Anabelle sobre sus piernas, y con el ceño fruncido y el semblante serio, tomó su mano izquierda, deslizando en su dedo anular el anillo que perteneció a su madre.
—Sé que no soy el mejor hombre del mundo, que me he equivocado enormemente contigo. Te he lastimado, Anabelle, y es algo que nunca dejaré de reprocharme porque rechazarte durante tanto tiempo, fue precisamente porque quería evitarte sufrimiento. Siempre me has gustado, ¿y a quién no le gustarías? Eres preciosa, ocurrente, alegre, divertida y muy inteligente. Eres la mujer perfecta para mí, aunque cometí el grandísimo error de no comprenderlo a tiempo, sin embargo, soy un hombre de carne y hueso, lleno de defectos e inseguridades en relación al amor por mi pasado, y quiero justificarme solo esta vez, preciosa, solo una vez.
»Si me dieras la oportunidad de ser mi esposa, te juro que dedicaré el resto de mi vida a compensarte el trago amargo que te provoqué, pensando que te hacía un bien al no buscarte. Prometo que no