La nieve perpetua que cubría el imponente nevado del Ruiz, y el hermoso sol radiante de la bella Manizales, daba la bienvenida a los esposos Vidal, quienes llegaron acompañados de su nieto Alex, y su hijo Santiago, y su novia Alba.
Joaquín se acercó a su suegra, la abrazó, y besó su mejilla, extendió la mano para saludar al señor Vidal, él la estrechó con cortesía para luego alar a su yerno y darle un abrazo.
—Necesito hablar contigo —mencionó Rodrigo.
—Ya habrá tiempo de hacerlo —expresó el joven Duque—. Sean bienvenidos a Manizales —manifestó Joaquín con una amplia sonrisa.
—Gracias —respondieron de ellos.
—¡Me da gusto tenerte acá! —exclamó abrazando a su mejor amigo, y