Un Amor Tan Puro
Un Amor Tan Puro
Por: Elegida pinto
UN DESTINO CRUEL

Vicky es una pequeña que es activa e inteligente, cursaba su primer grado, su padre y madre estaban orgullosos de ella, siempre la mimaban, Vicky recibía el amor de su madre, más que el de su padre. Vivían en una humilde casa, que a pesar de la pobreza, ella nunca le hizo falta el alimento. Situada en un pueblo de florida, la pequeña pasaba horas jugando a la orilla de la hornilla de tierra donde su madre solía cocinar.

Como era costumbre de todos los días, la madre cocinaba y la pequeña jugaba con su muñeca de trapo que su madre le hizo. Ese día en particular su madre no se sentía bien de salud, sin embargo, no le dijo nada a su hija, ya que al ser muy pequeña no comprendería, la pequeña de tan solamente seis años de edad, quien inocentemente jugaba alrededor de la hornilla. Su padre trabajaba en las afueras del pueblo, cuidaba una propiedad y hacía algunos trabajos dentro de ese sitio.

—Vicky. —Grito su madre, la pequeña corrió al escuchar el ruido que su madre hizo dentro de la casa, logro llegar hasta donde ella está, la mira en el suelo con su rostro pálido.

— Mamá, mamá, mamá, ¿que tienes? —Grito con todas sus fuerzas, hasta perder la voz, por ser tan pequeña no tuvo el alcance de pedir ayuda algún vecino, quienes vivían retirados de ellos.

Al oír los gritos desgarradores de la menor, los vecinos que pasaban por ahí llegaron y la asistieron, lamentablemente la señora estaba ya sin vida, uno de los colindantes le avisó al marido de ella, quien con el corazón roto regresó a casa. Cuando llego vio su casa llena de personas, a su mujer la estaban velando, se desplomó y lloró amargamente sobre el cuerpo de su esposa, al secárseles las lágrimas su frustración y enojo fue dirigida hacia su inocente hija, quien lloraba a su madre junto a él. 

— Por tu culpa murió ella, mocosa del demonio, No sirves para nada, maldigo la hora en que naciste. —Hizo el mate de pegarle, pero un vecino se lo impidió.

Desde ese momento la pequeña perdió su brillo y alegría, nunca más fue enviada a la escuela, el padre se desatendió de ella, no le compraba absolutamente nada, ella vestida de la caridad de los vecinos que la miraban con gran lástima, sentía que su mundo se había venido abajo, su vida perdió sentido con el paso de los años.

Mientras los meses y años pasan, su padre se sumerge en la bebida alcohólica, la pequeña creció sin decir una sola palabra, viviendo en el silencio, por muy duro que la castigara, su padre no se quejaba, ella se convirtió en una joven silenciosa. Se las ingeniaba para comer, su padre no aportaba nada a la casa, que día a día se deteriora por el descuido, su padre se marchaba por meses de la casa, sin dejarle ni una moneda para ella.

Vicky cumplió sus dieciocho años. Aun sin poder hablar, aprendió a comunicarse con los vecinos a través de señas, ellos le comprendían lo que ella quería decirles, todos sentían lástima por ella, le regalaban ropa usada que ellos no necesitaban, eran holgadas largas y algo gastadas, pero era peor que anduviera desnuda, pensaba ella.

Vicky no peinaba su cabello largo, el cual nunca se lo ha cortado, solo lo amarraba con un cordón de zapatos de los que su padre ya no utilizaba, y se hacía un moño para que su cabello no le estorbaba a la hora de hacer oficio. Siempre que su padre llegaba ella trataba de servirle lo poco que conseguía, más su padre le escupía y maltrataba, el odio que le tenía era grande.

El padre sumergido en el alcohol visitando bares, gastaba el dinero que ganaba, se quedaba en moteles de paso, para no verle el rostro a su hija, a quien odiaba mucho. Deseaba llegar a la casa y no encontrarla, aunque quien la iba a querer, es fea y mal oliente. Reflexionaba.

Vicky siendo una chica extremadamente delgada, por la falta de una buena alimentación, lo único que sobresalen y se le ven preciosos, son sus grandes ojos grises y sus encrespadas pestañas. De ahí no hay gracia alguna en ella, por su extrema delgadez.

—Vicky, puedes ir a lavar una ropa a mi casa, de paso comes algo. —ella le agradecía a señas, las cuales varios ya le entendían.

La joven desempeña múltiples trabajos para sus vecinos que, al verla desprotegida, le encargan cosas para que ella se ganara el alimento. Vicky les hace mandados a ellas y lava la ropa a sus vecinos a cambio de comida y ropa vieja para usar, desde que su madre murió y su padre prácticamente la abandonó, tiene que ver como subsistir.

Ella mantenía bien barrido el piso de tierra de su casa, le gusta ser hacendosa, a pesar de que todo está en su contra, lucha día tras día por sobrevivir, un día se levantó temprano para hacer su rutina. La casa se está cayendo a pedazos por falta de mantenimiento, ese día de la nada llegó su padre muy contento, tratándola con amabilidad, algo que le asombro a ella, diciéndole que la llevaría de paseo. Ella se quedó extrañada del cambio repentino que su padre tiene.

—Hija, quiero llevarte a conocer algunos lugares, ponte lo mejor que tienes y arréglate ese cabello, que ya parece nido de pájaros. — con las manos le dijo que era todo lo que tenía, lo que miraba era lo mejor que podía lucir.

—No importa, vámonos que se nos hace tarde, para qué habló contigo si ni entiendo lo que dices con esas señas. —ella se puso sus chanclas desgastadas y lo siguió.

—Camina a un metro detrás de mí, no quiero que te relacionen conmigo, eres un desastre andando, me das vergüenza. —le dice mientras salen del pueblo.

La joven lo seguía en silencio a una distancia prudente, no quería hacerlo enojar, se subieron al tren, todo mundo la miraba con repulsión y asco por su manera de vestir, cuando ella se acercaba a alguien de inmediato se quitaban con el fin de alejarse, su apariencia no era agradable. Todo el viaje en el tren lo hizo en la esquina del vagón para no incomodar a nadie.

Al llegar al sitio, su padre le hizo señas de bajarse del tren, ella lo seguía por las enormes calles de Florida, abría la boca al ver los enormes edificios, nada que ver a su pueblo donde ella reside. Caminaron hasta llegar a un enorme castillo para sus ojos, miro con asombro las enormes puertas, ella se sentía pequeña ante aquel lujoso edificio, miro a todos lados, siente que la piel se le eriza, al caminar por aquel interminable pasillo.

—Haz lo que te ordeno, obedéceme en todo. —le dice a susurro, ella asiente con la cabeza.

El padre sonríe ante un hombre con el cual se secreteó, el hombre gigante que cuida una puerta, la voltea a ver de pie a cabeza y los dejo pasar, caminaron por otro largo pasillo, ella temblaba de miedo, no estaba acostumbrada a salir de su casa, su padre le indico que caminara detrás de él, ella lo siguió sigilosamente.

—¿Dónde está la joven? La trajiste, ¿verdad? —le pregunto un hombre de esmoquin y sombrero de copa.

—¡Es ella! —El hombre se acercó a Vicky, abrió los ojos al ver el espantapájaros que hay detrás del borracho.

—¡Estás bromeando, o aún estás borracho! ¿Qué demonios es eso? Por ella no me dan ni 20 dólares, lo siento, ella es una pérdida para mi negocio, no la acepto.

— ¡Vamos! No la desprecies, ella sabe hacer oficio de cualquier tipo, cocina, no exige nada, es muda, a qué hombre no le gustaría tener a una mujer silenciosa, sin reclamos ni discusiones.

— Tiene sentido lo que dices, pero solamente te daré cien dólares, no más.

— ¡Acepto! Es peor nada. —lo que Vicente quería era deshacerse de una buena vez de ella.

Ella, al ver que su padre se está marchando, se puso a trote tras él, quiso seguirlo, no obstante, dos hombres le sujetaron fuerte, forcejó contra ellos y en sus adentros gritaba fuerte, sin embargo, no salió ningún sonido de su boca, solamente las lágrimas que no dejaban de recorrer sus mejillas. Sentía un gran dolor en su garganta por forzarla a que saliera algún tipo de sonido, pero sus palabras se ahogaban, los alaridos se quedaban en su interior. Sus ojos se cristalizaron cuando su padre se desapareció de su vista.

—Llévenla a la habitación, ya veremos qué hacer con ella. Hay que hacer magia si queremos recuperar esos cien dólares.

Vicky fue puesta en un cuchitril, de espacio muy pequeño, que solo la cama lo ocupaba, ella busca la manera de escapar, el sitio no tenía ventanas, solamente la puerta por la cual entraban y salían, pero estaba con llave. En eso entra un hombre algo insólito para sus ojos. Que se tambaleaba de un lado a otro, con enormes pestañas, su boca roja y ojos pintados de colores. Lo que más la inquietaba eran sus enormes tacones.

— Ese estúpido que se cree, mago, no soy, lo siento querida, pero eres un desastre de mujer, no creo que alguien te compre hoy. Eres horrible, esas fachas no ayudan en nada, ¿qué haré contigo?

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