LA OPORTUNIDAD DE SER LIBRE

Federico me empuja para que me adentre más, los asientos que eligió son en primera fila, hay un enorme telón que dé a poco se va abriendo, nos acomodamos en los asientos de enfrente. Al abrirse el telón, muestra a varias chicas en traje de baño, bailando de una manera erótica, los viejos sonríen al ver carne fresca, esto me repugna.

El animador empieza a dar los nombres de las jóvenes que entran en la subasta, hasta este momento no le veo el chiste. Aunque las mujeres se ven que están por voluntad propia, porque no dejan de sonreír como si de un certamen de belleza se tratara. 

El tiempo pasa y no le veo gracia al asunto, muchos gritan su oferta en cuanto la joven les agrada. No me interesa este tipo de eventos, me pongo de pie cuando unos ojos grises me miran fijamente, llamando completamente mi atención, su mirada se me mete en lo más profundo de mi ser. Siento como si ella me hablara con solo su mirada triste, me siento nuevamente en el asiento, ella está llorando a mares, su imagen no es nada atractiva, su vestimenta muy diferente a las demás chicas.

«¡Qué carajos! ¿Qué hace una mujer como ella ahí?» Su vestimenta y su rostro me dice que ella no quiere estar en este sitio, está siendo exhibida, ella cae sentada en el escenario, solo veo cómo salen sus lágrimas, mueve su boca como si quisiera decir algo, ella no está por su voluntad en este sitio.

—Sean bienvenidos caballeros, como verán hoy tenemos carne de primera, pronto empezaremos con la subasta, así que vayan mirando a su favorita. —Comenzó diciendo el animador.

La jovencita está mal vestida, despeinada, su rostro está demacrado, solo esos ojos hermosos le resaltan, aunque en ellos únicamente se ve tristeza, me ha atrapado, no puedo hacerme el desinteresado, ella está sufriendo, eso cualquiera de aquí lo puede ver.

—Quiero comenzar con esta jovencita, aunque no es atractiva, es una mula haciendo quehaceres, además es la más barata de la subasta, vamos a empezar ¿Quién da cinco dólares por la pequeña Vicky?  Una chica muda, así como lo escuchan, el sueño de todo hombre, tener una mujer que no habla.

—Doy cincuenta dólares. —Dice un viejo asqueroso, de inmediato se me eriza la piel, como si me incomodara su situación.

—¡¡Wuao!! Cincuenta dólares, a la una, a las dos…

—Yo doy sesenta dólares, nadie te dará más por eso.

— Quien da cien dólares por la chica muda llamada Vicky, vamos caballeros, esta joven está capacitada para hacer cualquier tipo de trabajo, miren sus manos callosas y sus pies, no tendrán que gastar en ropa ni zapatos. ¡Anímense!

— Setenta dólares, y me la llevo. —Mire a ver quién era el que ofrecía eso, un viejo fumando un puro, solo de pensar que cosas le hará a esa pobre jovencita, que es obvio, que está en contra de su voluntad.

— Si nadie ofrece más, le será vendida al señor de los setenta dólares, a la una, a las dos y…

—Ofrezco quinientos dólares. —no sé en qué momento dije eso, y me puse de pie, todos me voltearon a ver como si fuera un extraterrestre.

—Alguien dijo quinientos dólares, vendida al señor que ofreció quinientos dólares. —ni contaron, porque nadie ofrecería más por ella.

—¡¡Estás loco, tú no tienes ese dinero!! Habiendo muchas mujeres lindas compraste esa—Me recrimina mi amigo.

—¡Pagarás tú acaso! 

—¡Te volviste un demente!

—Ve y paga, iré por la joven, mañana te reembolso el dinero. —no soporte el desprecio que le hacían a la joven.

—Estás demente, ahora que vas a hacer con esa mugrienta.

—No la insultes, ella se irá conmigo, después veré que hacer con ella, por los momentos solo quiero sacarla de aquí.

—Perdiste la cordura, nunca me imaginé que harías semejante idiotez.

Mi amigo a regaña dientes se dirigió a la caja a pagar el monto ofrecido, me dirigí al animador, para preguntarle donde podía reclamar a la joven, él me indicó donde reclamarla, me dirijo a ese sitio, al verla, me acerqué a ella, su mirada me decía tanto, sobre todo el sufrimiento y miedo que tiene por estar aquí.

—¡Escuchas! —Le digo, señalándome los oídos. —ella asiente con la cabeza, eso me alegra porque no soy muy dado a comunicarme por señas—Te sacaré de aquí, confía en mí, no te haré daño. ¿Comprendes eso? —Tímidamente asiente con su cabeza. Le extiendo la mano para que me la dé, ella se queda un rato viendo mi mano, tímidamente extiende su mano, cuando la tome sentí un enorme dolor al sentir los enormes cayos que posee, sus manos no eran de seda ni suaves, se notaba que no era fácil su vida— No tengas miedo, no te haré daño, lo prometo.

La tomé fuerte de su mano y la saqué de ese sitio, mi amigo nos trajo de vuelta al hotel, ella solamente miraba sus manos, mi amigo me hacía muecas en qué demonios pensaba, pero decidí ignorarlo, no quería que la joven se sintiera incómoda. No me imagine que pasaría este tipo de situación.

— Llegamos, romeo. Espero que estés consciente de lo que has hecho, recuerda que te puedes meter en problemas, sin embargo, respeto lo que haces.

— ¡Idiota! Encárgate de los arreglos del edificio para empezar con las remodelaciones, quiero que todo esté listo para la próxima semana, recuerda que mi socio mayoritario estará aquí pronto y no quiero fallarle.

— Lo que digas, jefe.

— Ya lárgate.

Le indico con señas a la joven que se baje, a veces se me olvida que ella es muda, no sorda, pero esto es nuevo para mí, ella con temor se baja, mira a todos lados, no es por nada, pero esta joven hiede a vómito. ¡Maldición! No tengo ropa femenina, eso lo tendré que resolver mañana, entramos al hotel, ella camina detrás de mí, no quiso ir al frente, las pocas personas que transitan dentro del área de descanso del hotel la ven con asco, eso me enferma.

Le indico que entre al ascensor, ella se niega, le tomo de la mano para darle confianza, ella me jala fuera del ascensor, noto que su cuerpo tiembla, ¡Carajos! Estoy hospedado en el tercer piso, ni modo, me toco caminar, la dirijo a las escaleras de emergencia, ahí si ella comienza a caminar subiendo los escalones. De seguro nunca había visto un ascensor, mucho menos subido en alguno.

Estoy que me duelen las rodillas de subir escalones, por fin llegamos, entramos al pasillo donde se encuentra mi habitación, ella mira a todos lados, me imagino que la elegancia del hotel la ha impactado. Me lleva bien sujeto de la mano, hasta podría decir que la está estrangulando.

—Llegamos, déjame abrir. —Le digo señalándole la puerta.

Abro la puerta ella solo se asoma, aún no se atreve a entrar, le hago señas para que se anime a entrar, ella entra y se quita rápido una especie de calzado que anda, no sé si llamarle calzado, sus pies están bien maltratados. Nunca había visto a una mujer así de maltratada, solo de pensar las cosas que ella pasó, me da una rabia e impotencia.

—¿Te quieres bañar? —Le digo mientras le indico la puerta del baño.

Parezco el padre de una niña, todo lo que ve aquí es nuevo para ella, la adentro al baño le enseño la tina y la ducha, según veo, ella nunca había visto un baño decente, le digo que se quite la ropa y la ponga dentro del cesto de ropa sucia, y que use el gel de baño.

—Donde quieres bañarte, aquí en la tina o en la ducha, — Se lo digo señalándolos.

Idiota es muda, no sorda, me doy un golpe mental, creo que nunca me acostumbraré, se la dejo encendida poniéndola a una temperatura agradable, voy de salida y miro que ella estira la mano para tocar el agua y la miro por primera vez sonreír, al parecer no la ha pasado nada bien todo este tiempo atrás.

Al tocar el agua Tibia, sonrió al sentir esa sensación tan agradable del agua, al ver que el joven salió del lujoso baño, se sintió más tranquila, se apresuró a quitarse los harapos que lleva puesto, y se adentró en la ducha dejando que el agua recorra su cuerpo. Soltó su moño para lavar bien su cabello, busco el jabón, pero no lo encontró, buscó con la mirada y le llamo la atención varios botes que había allí, destapo uno a uno, el olor era riquísimo saco un poco en su mano y miro que hacía espuma.

Se lo embroco en su cabeza, derramándolo todo desde su cabeza hasta su cuerpo, disfrutando el aroma que le proporcionaba aquel líquido. En ese momento se le olvidó su situación, su mente está enfocada en la rica sensación que es tomar un baño decente, siempre le tocaba sacar agua de un pozo viejo que había en su casa. En las noches se daba el baño, porque no poseía un baño, se alumbraba con una candela que los vecinos le regalaban, para ver en la oscuridad. Los recuerdos se hicieron presentes.

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