CAPÍTULO 4

Cuando Lían se encontró con la imagen de la pequeña Ellen llorando en el pórtico de la casa, lo primero que pensó fue que su hermana le había reprendido por su efusividad y eso provocó el llanto de la pequeña niña, pero al ver a Alice salir de la espesura junto a la casa en su piel de lobo, el ajetreo y la preocupación que emanan de ella le hacen entender que la situación es otra.

— ¿Hace cuánto? — pregunta mientras se acerca a esta.

— Dos horas. — es la respuesta que esta le da al cambiar a su apariencia humana.

Pero solo aquello es lo que alcanza a decir. En un ágil movimiento, Lían entró al bosque al mismo tiempo que deja salir a su lobo, si se apresura puede dar con el rastro de su pareja.

Su parte humana no puede evitar maldecir por lo bajo, ese no es el mejor momento, para jugar al cazador y a la presa con su Luna. En realidad, Lían esperaba llegar a casa y poder hablar con ella calmadamente, explicarle lo que está pasando, y los cambios que sufrirá su vida a partir de ese momento, pero ahora debe darse prisa en encontrarla si no quiere que algo malo pase, aunque la posibilidad de que un humano recorra una gran distancia en tan poco tiempo es prácticamente nula, pide a su Madre Luna poder dar con ella antes de que, por error, termine topándose con algún lobo de la manada del Norte.

¡Maldición!

Es el primer pensamiento que tiene cuando después de un largo rato logra encontrar un trozo de tela del vestido de su Luna. La adrenalina se dispara en su cuerpo, pues contrario a lo que esperaba, su pequeña y escurridiza compañera logró abarcar una cantidad considerable de terreno, solo está a cinco kilómetros del comienzo del territorio fronterizo. Su lobo silencia y ordena calma a su parte humana, necesita estar en total control y serenidad para poder dar con una pista que le indique el camino tomando por la pelinegra. Su vista se pasea por el lugar y nota las ramas secas y quebradas, aquella cantidad no son las que deje la presencia de una única persona, así que es claro que su compañera se cruzó con alguien en su camino, y es allí donde lo ve, un trozo de la tela de encajes del vestido que lleva su Luna. Acercándose a la tela, olfatea esta y es en ese momento que nota un olor conocido, dejando salir un fuerte aullido, se gira sobre sus patas y se encamina a la cabaña de su padre.

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Anne observó fijamente los dos briosos alazanes que pasean cerca de la puerta del tranquero, su padre siempre le había dicho que animales tan magníficos nunca se quedarían presos de nadie, pero contrario a sus palabras, aquellos ejemplares parecían disfrutar de su cautiverio.

— Lían puede ser bastante terco, — son las palabras del mayor al entrar en la casa. — pero estoy seguro de que hay una buena razón para lo que hizo.

— ¿Existe una buena razón para secuestrar a alguien? — es su rápida respuesta. Sí, los alazanes en el tranquero están felices con su encierro, ella no sería así. — ¡suélteme! — exclama mientras forcejea con el amarre de sus manos.

— Lo haría, si te calmaras por un momento, claro. — Es la respuesta tranquila que recibe. — puedo oír tu corazón, sus latidos son acelerados, pero demasiado débiles, y eso no es una buena señal.

— Están locos, ¡todos están locos!

Escuchar un aullido en la distancia se estaba convirtiendo en algo habitual, al igual que el miedo que siente ante ese sonido. Aquel hombre se acercó a la ventana y observó fijamente el paisaje que se presentaba ante él, tras el segundo aullido se acercó rápidamente a la cocina tomando de allí un frasco el cual procede a abrir. Fue solo una fracción de segundo lo que tardó Anne en estar llena de su contenido, pero su intento de decir algo fue silenciado por la mano del mayor.

— Si de verdad quieres marcharte, entonces guarda silencio.

Escuchar aquello le da un poco de calma, misma que aumenta cuando el contrario soltó sus manos y le entregó el frasco casi vacío.

— Ve a la habitación del fondo, hay flores dulces, — dice mientras señala el lugar con la mano. — pon la vainilla en tus puntos de latidos.

— Pero…

— Y si eres inteligente, — dice cortando su alegato. — te quedarás allí sin hacer nada estúpido.

Anne odia que le hablen de esa manera, aun cuando fuese un mayor el que lo hiciera, pero la fría mirada del hombre le deja más que claro que lo mejor para ella es que guarde silencio y le obedezca, por lo que sin perder más tiempo se encamina por el pasillo hasta el lugar indicado y abre la puerta que separa la habitación del resto de la casa.

Al entrar en el cuarto, Anne se sorprendió de ver que el lugar realmente estaba lleno de flores. El olor dentro del espacio es verdaderamente dulce, tanto que logra calmar totalmente sus nervios. Un nuevo aullido se deja escuchar, esta vez, mucho más cercano y alto que en anterior, razón por la cual llena rápidamente el espacio, Anne decide no perder un segundo más, por lo que obedece las palabras de aquel hombre y comenzó a colocar la vainilla en sus puntos de pulsos al mismo tiempo que se acerca a las flores de Azucena.

Ve con él pequeña, no le temas a tu destino.

Dice una vez aquella voz de su cabeza, pero simplemente se niega a escucharla.

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Al estar frente a la cabaña de su padre, Lían abandonó su piel de lobo y sin dudar ni por un segundo, entró en la casa de su progenitor.

— ¿Desde cuándo eres tan distraído? — pregunta al ver a su padre inclinado limpiando un rastro de hollín del suelo, mismo que tenía la casa bañado con un fuerte olor a madera quemada.

— ¿Desde cuándo ingresas de esa manera en una casa que no es la tuya? — es la simple y desinteresada respuesta que recibe por parte del mayor.

— Desde el momento que en esa casa retienen a mi Luna.

— ¿Tú Luna? — la pregunta de su padre sale con clara burla. Dejando de lado el balde lleno de cenizas, Cillian se pone de pie. — Si no eres capaz de algo tan simple como mantener a tu pareja junto a ti, no veo que tengo que ver yo con ello, y menos aún como podrías encontrarla en este lugar.

— ¿Y crees tú que eres el más indicado para decir si soy capaz de algo o no en lo que refiere a mi compañera? Tú, que nunca estuviste allí para cuidar de nuestra madre.

— Sí Lían, ya conozco el reclamo de memoria. — dice mientras camina el corto tramo que lo separa de la cocina, tomando un balde más pequeño con agua, procede a lavar sus manos. — Dirás como siempre que fui un mal padre, pero que fui aún peor Luna para tu madre, que te avergüenzas de ser mi hijo y…

— No, — Lían le interrumpe al escuchar aquellas primeras palabras — sé muy bien que ninguna de esas palabras te afecta, porque sé muy bien que no te arrepientes de ninguno de esos actos, ni siquiera el de ser el causante de la muerte de…

— ¡Silencio! — el grito del mayor llevó a los dos alfas a gruñirse, sus lobos saliendo a sus pupilas en una clara señal de amenaza. — Si crees que te permitiré estar aquí para soltar toda esa basura, entonces te equivocas.

— No estoy aquí para hablar de esto. — Las palabras de Lían salen con un tono grueso, su voz es la clara mezcla de hombre y lobo. — Tu olor estaba presente en el mismo claro del bosque donde encontré un trozo de tela del vestido de mi Luna, así que dime ¿Dónde está?

— No sé dónde está tu Luna. — sentencia para luego volver a prestar atención al lavado de sus manos — Y en cuando a mi olor, al igual que el de muchos otros lobos, está impregnado en diferentes zonas del bosque. — su lobo se muestra inconforme cuando su parte humana no se va sobre su hijo y le enseña a respetarlo, pero el humano simplemente hace un llamando a su lobo al raciocinio, el mayor lo hace retroceder y regresa sus ojos a la normalidad. — Aunque te puedo asegurar que, si lo supiera, tampoco te lo diría.

Anne sentía como su corazón latía de forma desbocada. Desde su lugar puede escuchar la conversación que se estaba llevando a cabo en la sala.

Sal pequeña, ven con tu Luna.

— Cállate — susurra mientras coloca sus manos sobre sus oídos, como si ese gesto fuese capaz de mantener aquella voz fuera de su cabeza.

— Voy a romper todo este lugar y a matarte si es necesario. — escucha decir.

— ¿Y crees que me quedaré de brazos cruzados mientras haces eso? — es la respuesta amenazante que recibe. — Si te mostraste así de imbécil ante tu Luna, ahora puedo entender por qué huyó de ti, — su padre dice aquello mientras deja clara su burla por la actitud y palabras de su hijo. — espero que esa chica lograra llegar hasta su hogar sana y salva.

— ¡Su hogar es donde yo este!

— Te equivocas Lían, su hogar está donde su corazón lo dicte. — sentencia. — Puede que tú ya entregaras el tuyo al aceptar los designios de nuestra madre, pero ¿te entregó ella el suyo?

Necesita salir de allí, debe hacerlo si quiere seguir viviendo. Lo poco que habló y vio a aquel hombre que la secuestro, le pareció que era alguien medianamente educado, pero ahora, al escucharlo hablar de esa forma y con ese tono cruel, se terminó de convencer de que su vida corre peligro. Paseando su vista por el espacio, nota una ventana, el tamaño de esta es bastante promedio, con un poco de esfuerzo podría salir de allí. Armándose de valor, toma un pequeño banco que se encuentra en la esquina contraria de la habitación, caminando hasta quedar debajo de la ventana, deja en banco y se dispone a subirse, pero antes de lograr hacerlo, escucha algo que le hiela la sangre.

— Si ella de verdad no está aquí, entonces iré aldea por aldea y no dejaré una sola en pie hasta que pueda encontrarla.

Esas palabras fueron suficientes para hacer que sus ojos se empañaran, la sola idea de que aquel hombre diera con su aldea y acabara con la vida de su familia y amigos la aterra. Con desespero pasea su mirada por el espacio, colocando su mano sobre su boca, deja salir sus lágrimas al tiempo que intenta guardar silencio, pero simplemente quiere gritar para dejar salir su miedo y frustración.

— ¿Y eres tú quien reclama mi actuar con tu madre? — es la respuesta de su padre. Su lobo se muestra alterado por aquella irracional amenaza, pero manteniendo la calma regresa a su acción de lavar sus manos para retirar el hollín. — Por lo menos, ella estuvo conmigo por amor, me aceptó como su pareja, — comenta con calma, pero con una intención clara. — tú, por otro lado, en tu estupidez y orgullo, quieres someter a una humana a aceptar y entender de golpe un mundo que desconoce…— guardando silencio, levanta su mirada y la fija en su primogénito. — ¿Qué cruel destino le espera a esa chica a tu lado?

Aquellas palabras dichas por su progenitor le hacen entrar en razón. Es cierto, su Luna es una humana, todo su mundo es tan ajeno a ella como lo es el suyo para él.

— Yo…

El sonido de una de las puertas del fondo de la casa siendo abierta silencia sus palabras. Poco después, Anne sale de la habitación, sus manos apretando con fuerza el frasco de la vainilla y sus ojos bañados en lágrimas y terror.

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