La puerta se abrió y yo temblé, todo mi cuerpo hormigueaba y eso, no era buena señal porque de comenzar a zumbarme los oídos caería en una crisis de pánico; algo que pensé había superado... pero, me sentía igual ya me falta el aire y tenía las manos sudorosas.
De pronto un aroma conocido llamó mi atención y caí al piso tumbado por un par de huracanes que me sacaron de mi estado de casi pánico, mis hermanos menores gritaban mi nombre: