Susurros en la Oscuridad
Cassandra Voss
Al llegar a la entrada de la mansión, sentí la mano de Samantha apretando la mía, brindándome un reconfortante sentimiento de conexión y seguridad. Subimos juntas la amplia escalera de mármol blanco, que conducía a enormes puertas dobles de color caoba, adornadas con detalles dorados. La fachada de la casa brillaba bajo la luz de la luna, con sus paredes de piedra caliza y amplios ventanales, que dejaban entrever el resplandor interior. Dos imponentes estatuas de leones flanqueaban la entrada, añadiendo un aire de majestuosidad al lugar. Isabela jamás celebraría su cumpleaños por lo bajo.
Unos atentos mayordomos vestidos de frac abrieron las puertas, y al entrar, nuestros sentidos fueron asaltados por la opulencia y el lujo. El vestíbulo era vasto, con un techo abovedado decorado con frescos que narraban historias mitológicas. Un gigantesco candelabro de cristal de Baccarat colgaba en el centro, iluminando el espacio con una luz cálida y relucie