Capitulo 3.

Al siguiente día me levanté de madrugada y me dio tiempo de ir al departamento por mis cosas, y regresar antes de la hora del desayuno.

Luego de dejar todo bien ordenado en el closet, me coloque mi uniforme y mire mi reflejo en el espejo que está colgado en una de las paredes de la habitación.

El uniforme, es un vestido rosa claro que me llega unos centímetros por encima de la rodilla, no me queda grande pero tampoco apretado y me hace sentir bastante cómoda. El que utilizaba en el bar era todo lo contrario, de color rojo, demasiado ajustado y apenas llegaba a cubrirme los glúteos...

Violeta me informo, que por el largo de mi cabello lo mejor es mantenerlo recogido, por eso me hice una cola alta.

También mencionó que no puedo utilizar maquillaje cuando esté trabajando, pero casi no lo hago, me gusta estar al natural así que eso no será problema.

Cuando estuve lista, mire la hora en mi pequeño reloj digital.

-Justo a tiempo-Dije en voz alta, y me fui directo al comedor de empleados, que queda justo después de la reluciente cocina.

-Buenos días Stella-Dijo Violeta al verme entrar-Gracias por entender que la puntualidad es algo primordial en está casa.

Ya ella se encontraba en la mesa, acompañada de cuatro hombres a quienes ,e presento el día de ayer.

Uno, es el chef Italiano Vittorio, un señor de unos cuarenta y tantos, muy agradable pero bastante celoso con respecto a su cocina; el otro, es el Jardinero Luis, un hombre mayor y bastante adorable que le habla a las flores y les pone nombre porque dice que son como sus hijas.

Los dos últimos, son los de seguridad, Lucca y Fernando, los maleducados que me recibieron ayer y que por cierto también son Italianos. Ambos parecen contemporáneos, deben tener poco mas de treinta años, no estoy segura y tampoco creo que vayan a decírmelo porque como ya sabemos, no son muy platicadores que digamos.

-Buenos días para todos-Comente risueña y acercándome para tomar asiento.

Respondieron cada uno mis saludos y de inmediato empezaron a comer.

-Señorina, ¿le gusta lo que he preparado esta mañana?-Pregunto Vittorio.

Probé un bocado y asentí sonríete-Esta exquisito.

-Grazie-Sonrío satisfecho.

Cuando terminamos de desayunar, Violeta me indicó las tareas que debía cumplir durante el día, que eras unas veinte aproximadamente, así que tuve que hacer mucho esfuerzo para memorizarlas.

Tenía que iniciar aspirado los muebles de la sala, después limpiar con mucho cuidado el enorme piano que tenían en ese mismo lugar, y no había terminado mi labor cuando escuché abrirse la puerta principal de la casa.

Segundos después, Violeta se acercó a mi a paso apresurado y con expresión ansiosa.

-Stella, los señores regresaron antes de lo previsto, acaban de llegar... por favor acompáñame a recibirlos-En el instante en el que terminó de hablar, se dio la vuelta y se regresó por donde vino.

Deje de inmediato lo que estaba haciendo y la seguí, tratando de mantenerle el ritmo, pero mi estómago empezó a temblar producto de los nervios.

Una vez que estuvimos frente a ellos, me quede parada detrás de Violeta, ocultándome de las miradas que de seguro me desaprobarían por mis rasgos juveniles.

-Señor Salvatore, Señora Elena, bienvenidos a su casa-Anuncio violeta mientras yo espiaba por encima de su hombro.

Quedé impresionada al ver que son más atractivos en persona, de lo que se veían en la fotografía, que a pesar de que fue tomada hace cuatro años, se ven igual de jóvenes, tanto, que el término "señores" no les combinaba demasiado.

La única diferencia que percibí, es que el ahora lleva una barba perfectamente definida, y que ella ya no esta tan bronceada...

-Gracias Violeta, por favor haz que suban las maletas a las habitaciones- Respondió Salvatore, y su esposa se fue escaleras arriba sin ni siquiera tener la decencia de saludar.

-Enseguida señor... Me alegra que hayan regresado, y antes de que suba, quiero presentarle a...-Señalo a su costado, pero quedo muda al no verme.

-Aquí estoy-Susurre detrás suyo y ella dio un pequeño brinco por el susto-Lo lamento, no fue mi intención asustarla.

-¿Que haces ahí escondida niña?-Se hizo a un lado, dejándome de frente hacia el.

Me vio y curvo sus labios en una leve sonrisa mientras yo me sonrojaba por la vergüenza.

-Señor, ella es Stella, la nueva chica de servicio.

Salvatore me escaneo de arriba abajo, sin ningún disimulo, pero ahora con una expresión bastante seria.

-Parece algo... joven.

Imaginé que diría algo así, solo espero que no me vaya a despedir sin antes darme una oportunidad.

-Lo se señor, pero ayer demostró que si puede con el empleo.

-Un día no es nada Violeta-Volvió a escanearme-veamos si aguanta hasta el fin de semana.

No se porque me sentí tan ofendida con sus palabras, pero no dije nada al respecto, porque me sentía completamente segura de poder demostrarle al "señor" que soy muy capaz, y que podré con todas las tareas que me impongan.

Y ya que todos nos habíamos quedado en silencio, Salvatore decidió retirarse, yéndose por el mismo camino que había tomado su esposa unos segundos antes.

-Que incómodo fue eso-Le confesé a Violeta en voz baja cuando nos quedamos solas.

-Tienes razón.

Ambas miramos hacía arriba mientras el hombre terminaba de subir los escalones.

-¡¿Pero que estamos esperando?!-Pregunto algo alterada-Debemos subir las cosas de los señores, pero yá.

Tomó rápido un bolso de mano y una enorme maleta, dejándome a mi otra un poco más pequeña.

Una vez que estuvimos arriba, Violeta me dijo que las cosas que ella llevaba eran de la señora Elena, y que la maleta que yo tenía era de Salvatore.

-Esa es la habitación del señor-Señalo una puerta a su izquierda-Debes tocar antes de entrar...

-Ok.

Apuré el pasó, creyendo que ella me seguiría, pero el lugar de eso, camino hasta una recámara que estaba varios metros a su derecha.

Debo admitir que me quedé estupefacta al descubrir que los señores dormían en habitaciones separadas, pero eso no era de mi incumbencia y decidí seguir en lo mío.

Di tres golpecitos en la puerta como me indicó Violeta.

-¡Adelante!-Respondió Salvatore desde el otro lado. Giré la manilla y entré.

Era admirable, y al mismo tiempo algo perturbador, lo pulcra y ordenada que estaba esa habitación.

Si mi cuarto me había dejado impresionada, éste, me dejaba boca abierta.

Miré todo asombrada, pero casi sufro un colapsó en el instante en que mis ojos se posaron en el hombre. Se encontraba de espaldas hacía mí, pero se había quitado la camisa y solo tenía puesto el pantalón.

Voltee mi rostro y clavé mi vista en la pared.

-Disculpe señor, no sabía que se estaba desvistiendo-Intente que mi voz sonara lo menos alterada posible, pero no creo haber tenido mucho éxito-Le traje su maleta.

-Déjala ahí... Y dile a Violeta que en unos minutos bajaré al despacho.

-Como ordené señor.

Me di medía vuelta pero solo alcance a dar dos pasos.

-No recuerdo haber dicho que podías marcharte-Me frené en seco-¿Y si yo necesitara alguna otra cosa, te irías dejándome con la palabra en la boca?-Pregunto de manera retórica.

-Perdóneme señor, tiene toda la razón-Volví a girar sobre mis pies pero sin que lo hubiese notado, se me había acercado, y se encontraba parado justo en frente de mí.

De inmediato coloqué mi mano delante de mis ojos, para cubrirlos.

-Te llamas Stella, ¿No?.

-Si señor.

-Dime una cosa... Stella, ¿Acaso nunca has visto a un hombre sin camisa?-Tomó mi mano con su diestra y la alejó de mi cara, pero yo mantuve los ojos cerrados con fuerza.

-No señor.

-¿Que edad tienes?

-Veintiniun años.

-Y quieres que crea que nunca has visto a un hombre sin camisa-Comento, y casi podía escuchar la burla en su tono.

Supuse que pensaría eso, pero era la verdad. Los únicos hombres con los que he tratado son los clientes que frecuentan el bar y siempre mantuve distancia, con ellos no provocava ni hablar.

-Estando tan cerca de mi, no señor... Estoy siendo muy sincera...

-Ummm... Comprendo, ahora quiero que abras los ojos.

-Pero señor...

-Te estoy dando una orden-Me interrumpió, manteniendo un tono calmado pero exigente, así que tuve que obedecer.

Lentamente fui abriendo mis párpados y al mismo tiempo fui agachando la cabeza.

Mantuve mi cabeza inclinada hacía abajo, con la mirada clavada en el piso.

Salvatore colocó un dedo debajo de mi barbilla y lentamente me hizo levantar la cara.

Sin exageración alguna, creó que me encontraba parpadeando unas veinte veces por segundo, con las mejillas ardiéndome por el rubor.

-No se si Violeta te lo habrá dicho, pero yo salgo a correr todas las mañanas a las seis, regreso a las siete, y me doy una ducha que dura exactamente quince minutos-No tenía ni la menor idea de a dónde quería llegar con todo lo que estaba diciendo-El punto es que tú, debes asegurarte de traer cada mañana mi ropa perfectamente planchada y a la misma hora de siempre, ni un minutos mas, ni un minuto menos... Y cuando yo salga de mi ducha quiero verte ahí parada-señalo a un costado suyo-Y si quieres el empleo, de ahora en adelante tendrás que acostúmbrate a verme así-Ya no eran solo mis mejillas las que estaban coloradas, si no toda mi cara-¿Entendido, Stella?

-Si señor.

-Ahora sí-Se alejó unos cuantos pasos-Puedes marcharte.

Salí casi corriendo de esa habitación en busca de Violeta. Necesitaba que me dijera que otra cosa embarazosa había olvidado mencionarme.

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