Elizabeth llego profundamente dormida después de haber llorado en mis brazos mas de media hora. La subí en brazos envuelta en una pijama de animalitos muy graciosa, la acosté e inmediatamente se removió incómoda ¡ay Dios! Que no despierte con otra crisis porque ahora si moriré infartado.
—¡No quiero! – sentada en