Llegamos a la Mansión y ella se gira en el auto para mostrarme su desacuerdo en estar aquí. La abrazo estrechándola fuerte y suspira aunque, es más un sollozo, mis alarmas se encienden: tiene miedo.
—¿Qué sucede amor mío? – tomo su mentón y al levantar su rostro, descubro que llora en silencio pero con miedo.