Milo rio y le acarició la espalda.
—Pues los dos me encantan, solo para que lo sepas, ¡y tus chichis también!
Anja se apretó contra él en un gesto cariñoso y Milo miró al techo con una certeza enraizada en el alma.
—Creo que siempre estuve destinado a encontrarlos. A Niko y a ti. No me preguntes