Le agradeció a la doctora y salió de allí apresurado, directamente hacia la oficina del gobernador.
Mientras tanto, en lo alto de la montaña, Danna miraba horrorizada a su jefe, que ponía delante de ella aquellos esquís.
—Siéntate para ajustártelos —le ordenó él.
—Noooooo, no, no, no... —replicó