Loan abrió la boca, pero ni siquiera sabía qué decir. Era la nota que habían encontrado en la habitación, la nota de rescate, la que pedía lo mismo que pedía Emil, pero si él no la había escrito entonces qui...
—¡Maldición! —rugió Jhon antes de ponerse el auricular—. ¡Detengan a la señora! ¡Bájenla